El ejemplo alemán

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Desde que era niño estoy acostumbrado a escuchar a mis mayores decir que las cosas buenas vienen de Alemania, en aquellos tiempos del “Cuéntame” eran las radios alemanas de válvulas con las que se sintonizaba el llamado “parte” de Radio Nacional, alguna novela por entregas y también la Pirenaica con heroico esfuerzo nocturno. Ahora de aquel país ejemplar para muchos nos llegan recetas económicas y políticas. No pocos tienen a Merkel como una referencia igual que mis padres tuvieron a la casa Telefunken por el rigor en receptores de emisiones radiofónicas.
En Alemania ha dimitido el ministro de Defensa, Zu Guttenberg, implicado en un feo asunto académico que ha negado hasta que se le acabaron los cartuchos de las mentiras. Zu Guttenberg plagió su tesis doctoral con el descaro de un niño que copia los deberes. Primero lo negó, luego puso a Merkel de pantalla y finalmente se ha caído con todo el birrete del doctor que nunca fue. Y eso que inventó una curiosa teoría llamada “plagio sin intención”, pero no ha colado. Es como ignorar que las aventuras de un hidalgo acompañado de su ayudante fueron escritas por Cervantes y pretender cobrar derechos de autor de la vida de Don Quijote y Sancho.
Ministro dimitido por choricete, (en Alemania). Es aquí dónde surgen las envidias y las dudas: ¿Si todas las recetas para salir de la crisis se las “compramos” a Alemania, por qué no aplicamos su eficaz método de sanear la vida pública? No sólo en las fórmulas económicas va a ser un referente la señora Merkel, también lo puede ser en el campo de la ética.
La doctrina Zu Guttenberg aplicada a la vida política española despejaría varias incógnitas y aliviaría el peso de algunos asuntos que tenemos enquistados. Por ejemplo, Camps que sigue siendo un problema para el PP tal y como reconocer Cospedal, (lógicamente admite que la foto de Camps sentado en un banquillo puede perjudicar la campaña de las generales). O, también, algo de Zu Guttenberg en la Junta de Andalucía que consintió, amparó, y bien pagó algunos expedientes de empleo fraudulentos. Y así hasta un centenar de casos que salpican el mapa de la corrupción en España.
Da una sana envidia ver cómo en Alemania un “copiota” les dura lo mismo que una tarta “apple strudel” en la puerta de un colegio. En cambio aquí les cogemos cierto cariño, o ellos a nosotros, y no se van ni aunque se les caiga la cara de vergüenza, quizá porque no sepan lo que es eso. Con nuestros escrúpulos no se hace carrera política en Alemania.

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