El pecado según Evo Morales

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

No todo lo que sale por televisión es verdad, también Evo Morales puede ser un personaje diseñado por un grupo de guionistas. Se busca a un tipo gris, sin discurso, se le pone un poncho y se le escriben cinco líneas de texto, tampoco hacen falta mucho más. Evo-Groucho-Morales ha descubierto que la gente se divorcia por culpa de los culebrones que dan en televisión. Y lo tiene por verdad absoluta porque Evo-Groucho se cree todo lo que sale por televisión, y no envía mensajes a “Sálvame” porque no quiere que un republicano como él acabe siendo confundido por un seguidor de la princesa del pueblo. Evo-Groucho no superaría un control de “indigencia intelectual”, uno de esos test en los que preguntan sí recuerdas el nombre de tres ríos, o en qué país nació Napoleón Bonaparte. Pero tampoco hace falta que opine, recordemos que es un personaje inventado por un guión, es la Carmen Sevilla de los ponchos bolivianos, un individuo enajenado por la cultura audiovisual. El problema de Morales se solucionaría cambiándole el canal; si dejara de ver culebrones venezolanos entonces su vida sería muy distinta. Pensar que la gente se separa, se ama, o se distancia, porque lo dice una telenovela de mediodía es de una ingenuidad pasmosa. Seguro que lo primero que preguntó Evo-Groucho al llegar al palacio presidencial es a qué hora daban Bob Esponja. Bien es verdad qué otra cosa puede uno preguntar cuándo te nombran presidente y no eres ni Obama, ni Sarkozy, ni Merkel. Esta crisis nos deja una cantidad de presidentes inservibles, de Papandreu a Zapatero pasando por aquel ido Sócrates y así hasta llegar a Evo Morales. Al menos Evo-Groucho tiene un rato ocupado al día: cuándo pasan por televisión las desventuras amorosas de María Emilia Casilda con José Eduardo César, y luego todo esa tensión sexual no resuelta que alimenta a los fans y provoca comentarios de peluquería. Entre política y culebrón uno no distingue bien, ocurre como con la línea del horizonte cuándo estás en alta mar, llega un momento en el que todo es confuso. Un cursi diría que el cielo y el infinito se unen, pero es que tampoco sé decirlo sin caer en la cursilería marinera que tantos ratos de vergüenza ajena ha dado a los aficionados a la poesía. Esa confusión es la que nos puede llevar a pensar qué otra cosa son la hija de Fujimori, la señora Kirchner, Hugo Chávez o Berlusconi… si no criaturas de telenovela. Son personajes de guión creados para hacer nuestros días más entretenidos, por eso este esperpento que protagonizan aquellos que nos gobiernan. En realidad a Ben Alí, o a Mubarack, no les echó la multitud acampada si no que se les acabó el contrato con la productora.

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