El doctor Pérez

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Muy a nuestro pesar las tragedias nos eligen como personajes, y nunca al revés. Rubalcaba, en adelante “llamadme Alfredo”, tiene encima la tragedia shakesperiana al completo: alejarse del padre, amar a la madre en la clandestinidad, sufrir celos y asumir su papel de negro, (el Otelo de Zapatero). Y, para rematar la faena: crear una nueva marca de candidato que le aleje del pasado que en su caso es presente hasta que no abandone el Gobierno y en ese caso se pueda demostrar lo contrario. Visto desde fuera, con cierta perspectiva, la labor de Alfredo P. es inmensa, quizá se antoja demasiado para llevarla a cabo en una sola vida. Tampoco tardaremos mucho en ver los resultados puesto que todas esas maniobras desembocarán en unas previsibles elecciones adelantadas en noviembre, será entonces cuándo sepamos de hasta dónde Alfredo P. es capaz de cambiar su destino. Para empezar se ha recortado el apellido y ha cambiado el ilustrísimo Pérez por un P. que da un aire de profesor invitado en una universidad norteamericana de la costa oeste. Uno se pone el punto encima de un cristal esmerilado y cuándo el alumnado pasa por delante le tiene un respeto que no se consigue con un apellido por ilustre que éste sea. Lo siguiente es forjarse una imagen de diferente en un Gobierno que sostiene con sus propias manos. No le quedan muchos días como vicepresidente, lo más seguro es que el viernes sea su último consejo de ministros, y a partir de ahí nace el candidato P. Visto desde la zoología más elemental uno puede entender la trayectoria de Rubalcaba si estudia la vida de una larva que luego deriva en capullo de seda, más tarde gusano y finalmente vuela como polilla. Y todo logrado por ella misma. Pero hasta que le llegue el tiempo de vuelo autónomo todavía le queda por pasar unos días de convivencia entre el doctor Pérez y Mister Hyde. Se trata de una dolorosa bicefalia que reside en un mismo cuerpo y que llega a que una persona tenga que apoyar por la mañana a un gobierno, y por la tarde decir que sus proyectos son otros y crearán empleo. Miremos por dónde miremos la condición de Alfredo P. en este momento no es nada envidiable, al revés, podría hasta resultar digna de alguna lástima. Si Zapatero estuviera menos sonado de lo que parece, (le han pegado duro en la sonrisa de Bambi), le debería recomendar al doctor Pérez que se marchara y se alejase de él, pero es verdad que hay amores que ahogan más que un salvavidas de El Titanic. Todo lo que esté cerca de Zapatero será un remolino que se hundirá con él. Permanezcan atentos a sus pantallas porque la biografía del doctor Pérez da para una serie. No desestimen nunca a un corredor de cien metros cuándo sale inspirado.

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