Hora del té

(“COLPISA/VOCENTO”, 23 de julio. 2012)

Si Rajoy ha elegido la vía ascética y contemplativa para salir de la crisis allá él, lo malo es que deje a España al albur de los mercados y sin tomar las oportunas decisiones. El dilema del presidente es que toma medidas que no le gustan y aquellas que debería tomar no se enfrenta a ellas; podrá bajar y congelar sueldos a funcionarios pero es incapaz de meter mano en el estado autonómico aquel que se construyó bajo la consigna de “café para todos”. Bien, quizá haya llegado la hora de pasarnos al té y recortar en cafeína.
Tengamos por peligrosa cafeína a esa manera de gobernar autonomías cómo si fueran pequeños cortijos en manos del señorito y alejadas de la realidad contable. Cafeína es lo que lleva a Valencia y Murcia a pedir el rescate a voces por mucho que lo quieran disfrazar de ayuda interna. En Europa nos han calado a distancia: somos gente de poco fiar que gasta en cosas absurdas mientras éstas den votos a sus gobernantes. Aeropuertos como Castellón y Ciudad Real son dos insultos a la inteligencia pero fueron consentidos en los años en los que nadie era responsable de nada y si había que tirar con pólvora del rey se hacía.
La soledad de Rajoy se acentúa cuándo más aprietan los mercados porque le demuestran que sus reformas son tan vacías como insuficientes, y porque en la calle le han tomado el pulso y le critican como no se atrevieron a hacer con Zapatero. No lleva un año y su gestión ya huele a chamusquina básicamente porque se le han roto las promesas de regeneración que llevaba por bandera en el programa. Estaba claro que el discurso de la herencia recibida tenía un recorrido y a partir de ese momento se acababan las excusas y había que realizar propuestas concretas. Y que el estado autonómico se desmoronase por parte de dos regiones gobernadas desde hace tiempo por el Partido Popular le ayuda poco.
Rajoy está solo y bien que se lo ha buscado al rodearse de unos ministros bastante discretos que no dejan de darle disgustos: Ana Mato al frente de la Sanidad es una desgracia, De Guindos y Montoro no dejan de ponerse zancadillas y Gallardón va a lo suyo que es hacer méritos para alcanzar la presidencia en cuánto el líder muestre síntomas de leve constipado.
La hora del té se la van a imponer desde Europa en forma de rescate, mantener la política de café para todos es una temeridad de novillero que desconoce los terrenos. Para rectificar a tiempo tendría que galopar sobre sus palabras para desmontar chiringuitos y prebendas; dar fondos a quién no sabe gestionar para que siga en el machito es una temeridad suicida. Al menos que estos rescates sirvan para acabar con el club de la cafeína, con aquellos que han vivido de lujo con licencia para gastar.

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