El mundanal ruido

(“La Gaceta de Salamanca“, domingo 24 de febrero 2013)

Esta semana asistiremos a un espectáculo insólito: el Papa no dejará El Vaticano en un funeral si no subido a un helicóptero que le llevará a Castel Gandolfo, y en cuanto levante el vuelo perderá su infalibilidad que además de trabalenguas es un don del Espíritu Santo que se concede a quienes resultan elegidos en un cónclave.
El todavía Papa Benedicto XVI ha demostrado una inteligencia por encima de la que tuvieran sus predecesores, no quiere pasar agotado sus últimos años en la silla de San Pedro y va a aprovechar para dedicarse al estudio y la oración, algo que tenía imposible con su actual ritmo de vida lleno de viajes y de audiencias. No podía haber hecho mejor elección para una persona que es un intelectual dedicado por completo al estudio de la Teología, se aleja del mundanal ruido y de esta sociedad mediática que jalea por igual en la Plaza de San Pedro o en el Bernabéu. Deja atrás las presiones de los grupos de poder que mandan en la Iglesia y allá se las compongan entre ellos para seguir influyendo en la curia vaticana. Lo que le preocupa a Su Santidad es que terminen pronto las obras en el convento y que acondicionen el lugar para no salir de allí salvo para ir al médico.
Detrás de su decisión debe estar el hartazgo por lo que haya tenido que ver a su alrededor y el deseo de alejarse cuanto antes a Castel Gandolfo que es un lugar precioso rodeado de valles y lagos, sin duda que no ha podido elegir mejor sitio hasta que en Roma salga humo blanco por la chimenea de la Capilla Sixtina y sea otro el elegido. Al contrario de Juan Pablo II a Ratzinger no le han gustado los focos, ni ponerse el gorro típico del lugar que visitaba, le han mareado las multitudes y le agotaba ocuparse de la agenda llena de compromisos obligados. Y desde luego no ha querido ser el Papa mediático que estuviera pendiente de las cámaras, Ratzinger es un hombre de silencios que es la mejor manera de encontrar un camino espiritual.
Los que jalean con gritos bajo su balcón no entenderán que les deje huérfanos; se han pasmado cuando el Papa ha pedido “por lo suyo” y eso es tener calma en su recta final a pesar de hacerle un feo al Espíritu Santo pero hasta las grandes vocaciones tienen crisis y fecha de caducidad.
Un torero cuando lo deja se corta la coleta, en el caso de un Papa bastará con que rompa el anillo y deje el báculo, ya vendrá otro a ocuparse de la intendencia de la Iglesia. Sea vestido de blanco, o con un vaquero y zapatillas quién abandona El Vaticano el día 28 es un hombre libre. Es curioso: se marcha en helicóptero que no es un carro de fuego pero se aleja como Elías y no creo que muy lleno de nostalgias por lo que deja atrás.

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