Hipotecas abusivas

(“EL BOLETIN“, jueves 14 de marzo 2013)

Después de darle muchas vueltas a la dación en pago ha venido un tribunal europeo a decirnos que el sistema de desahucios español es ilegal además de abusivo. Ante este asunto caben dos posturas, la que anunciaba ayer el presidente del Gobierno en cuánto a partir de ahora conseguir una hipoteca va a ser mas difícil en España, y luego cabe preguntarnos en manos de quienes depositamos la tan manida “confianza bancaria”. En los años de la burbuja creciente no leí un solo artículo de un banquero en el que alertara a sus clientes de que tuvieran mucho cuidado al contratar hipotecas baratas, no vi vigilantes de seguridad en las sedes bancarias que animaran a desistir entrar a aquellos que no tenían muchos recursos. Muy al contrario hubo ofertas de cubertería, televisión y sorteo de apartamento para los “incautos” que tuvieran a bien contratar.
Prueba de que los créditos no estuvieron en buenas manos es el fiasco de Bankia dónde ficharon como estrella a Rodrigo Rato y poco mas que tienen que liquidar la entidad porque en apenas un año le dio tiempo a desmontar el chiringuito. Rato, hombre tenido como gurú internacional de las finanzas, tampoco fue capaz de apreciar la que se avecinaba, luego la culpa no es del todo del ciudadano que es usado como cobaya cuándo las cosas van bien y como chivo expiatorio cuándo se tuercen. Europa dice que no vale, que las garantías son un exceso y que desahuciamos con mucha alegría.
El resultado será como dice Rajoy que las hipotecas se volverán mas caras y difíciles pero nos podemos preguntar: ¿no tuvo ayudas la banca para que fluyeran los créditos a las familias y a las pequeñas empresas?, ¿qué hay de aquello?, ¿Y de la responsabilidad que contrajeron los ayuntamientos que transformaron terrenos verdes en urbanizables?, algo tendrán que decir los alcaldes que compartían langosta y cava con los constructores de moda.
Los desahucios en España han costado demasiados disgustos y algunas vidas. Hemos visto como se echaba a la calle a octogenarios que avalaron el piso de un hijo que acabó en el paro, y una vez en la calle se les recordaba la obligación de seguir pagando la cuota firmada. Por cierto que a los bancos no hay forma de hacerles pagar la comunidad que tienen por una obligación que no va con ellos. Su pasotismo obliga a que el resto de vecinos tenga que verse ante derramas extraordinarias para sostener el edificio.
Mal estuvo aquella gestión y mal ha acabado. Lo que dice Europa es que uno puede entregarlo todo menos su alma.
Ahora le toca a Gallardón modificar la Ley. Ya está tardando.

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