Francisco

(“LA GACETA DE SALAMANCA“, domingo 17 de marzo 2013)

Nadie como la Iglesia para manejar rito, tiempos y escenografía. Durante tres días captaron la atención del mundo con una sola cámara en plano fijo enfocando una chimenea bastante fea, no les hizo falta acudir a un concurso de ideas para poner otra chimenea mas vistosa. Con ese plano fueron líderes de audiencia mientras nos tenían pendientes del color del humo y tras la fumata blanca todos a mirar cuándo aparecía el nuevo Papa al balcón.
Roma nunca ha dejado de ser “caput mundi”, lo decía Indro Montanelli. Se marcharon los emperadores pero llegó la Iglesia y desde hace dos mil años ejerce un poder universal que tiene por lengua diplomática al latín. Roma ha elegido nuevo Pontífice a un hombre de apariencia normal que se paga la cuenta de la pensión y que se aleja el boato. Tan sencillo que se ha puesto de nombre Francisco pudiendo haber optado por otro nombre mas grandilocuente. El nuevo Papa se asomó al mundo desde el balcón de la Plaza de San Pedro con la serenidad de un líder: no abrió los brazos en señal de triunfo, no miró al cielo, no buscó la mística si no que agachó la cabeza ante los creyentes y pidió que rezaran por él. En ese gesto tranquilo se vio una pose taurina, un Papa por estatuarios que tiene muy claro qué clase de faena le espera. Francisco es un líder desde la primera aparición pública, la base de su liderazgo es el regreso a la sencillez, cuánto más se aleje de la pompa más César de Roma será. Dicen que cuando era obispo de Buenos Aires no reservaba asiento a nadie, si algún mandatario anunciaba su presencia se tenía que buscar la vida entre los huecos que hubiera en la catedral y que esa idea la piensa proyectar en El Vaticano dónde salvo la curia el resto tendrá que distribuirse por la Basílica.
El nuevo Papa ha pedido a sus compatriotas que no viajen a su entronización a Roma y que donen ese dinero a los pobres. Sus primeros pasos están orientados con humildad; no es un teólogo profundo como Ratzinger, tampoco un mediático como fue Juan Pablo II, se ha puesto delante de una organización muy poderosa con un nombre sencillo lo que demuestra gran inteligencia y vocación de servicio. No sé lo que dirían en una escuela de marketing pero desde luego estamos ante una manera de liderazgo atípica, ante un hombre que rechaza la tiara para decir a los cardenales que tienen que ponerse en movimiento para que la Iglesia no caiga bajo los efectos narcotizantes de la autocomplacencia. Por lo tanto una vuelta a los viejos principios de caminar y difundir la palabra porque aquí hay mucho acomodado que cree que el mundo se conquista desde un plató de televisión.

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