Patrimonio emocional madrileño

(“ABC“/MADRID, miércoles 31 de julio 2013)

Hace un año tuvimos una alarma en el Café Gijón: se nos ahogaba entre las olas de una normativa municipal que le dejaba sin terraza y ponía en peligro un negocio que es parte del patrimonio emocional madrileño, algo mas cálido que un BIC. Si se pone en peligro el Gijón es como si le robaran los dos leones a La Cibeles, dicho sea sin ningún ánimo de exagerar pero de aquella ciudad que sale en los viejos documentales del NODO sólo se salvan las mesas del Gijón, lo demás es diseño hortera y franquicias de medio pelo en las que enfrascan el café en vasos de plástico y lo cobran como si lo hubiera molido el mismísimo presidente de la marca cafetera ayudado por el embajador bailando una cumbia.
Defender al Gijón hoy es como ponerse ante las puertas del cuartel de Monteleón el 2 de mayo de 1808, y dejarlo morir por culpa de una ordenanza municipal con ánimo recaudatorio hubiera sito atroz e imperdonable para las futuras generaciones. Si en París a alguien se le ocurre maniobrar contra el Café de La Paix probablemente se pensarían en serio construir una guillotina partiendo de unos tablones comprados en IKEA.
Esta ciudad que tiende a tapiar sus recuerdos y que en su día asistió al cierre del centenario Café Quevedo sin alzar una ceja, tiene todavía en el Gijón, o en el Comercial, la oportunidad de saborear su historia con dos terrones de azúcar y la temperatura de la leche siempre a negociar con el camarero de chaqueta blanca que además de llevar comandas puede ser una fuente inagotable de anécdotas de barra de bar.
Botella tuvo que dar paso atrás el año pasado cuando quiso cobrar una tasa millonaria por la terraza, ahora están pendiente de que les autorice a montar una de invierno como tantas otras hay instaladas en Madrid. No es un privilegio, es un negocio pero también un símbolo de amistad, charla y cuchicheos de amantes de cucharilla. Sería mucha temeridad que este Madrid que oficialmente presume de olímpico renunciara a esos placeres que son mundiales, (por ser mundanos). Dejemos las cosas claras y el café oscuro.

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