El Prado en riesgo

(“EL BOLETIN“, jueves 3 de octubre 2013)

En algún momento se perdió la idea de Madrid cultural, de un Madrid cívico, para centrarnos en la idea olímpica que nos enajenó peor bien gracias al entusiasmo de scout que el alcalde Gallardón le ponía a sus proyectos. De aquellos tres intentos fallidos quedan unas obras a medio hacer y algunas chapuzas por deshacer, entre ellas recuperar el servicio de limpieza de las calles donde las papeleras rebosan abandono y plásticos. Luego vino lo de la T4 que estaba llamada a ser “puerta de Europa” y se difuminó tras la venta de Iberia, mas tarde bajamos en turistas y hoy nos encontramos con una ciudad carente de identidad que en los últimos años solo ha soterrado parcialmente la M-30.
Una de las consecuencias de esta crisis de identidad son los números rojos en el Museo del Prado que en 2012 perdió mas de un millón de euros, (en el ejercicio anterior había ganado tres millones y medio). Dirán que la culpa la tienen los japoneses que han dejado de venir pero no será cierto. El Prado compite en el triángulo mágico de la cultura con el Reina Sofía y con el Thyssen, ha organizado exposiciones magníficas como la de Rafael la temporada pasada y en este momento tiene otra de enorme calidad: “La Belleza Escondida”. Siempre es un placer acercarse a la gran pinacoteca nacional a pesar de que la entrada la han puesto a precio de turista rico.
La verdadera crisis del Prado es el abandono institucional: fuera de una inauguración importante, ¿Se ha visto a la alcaldesa o al presidente de la Comunidad por sus galerías?, ¿Alguien tiene una foto de Ignacio González, o de Ana Botella, aprovechando un mediodía sin comida oficial para acercarse a disfrutar de El Bosco, o plantarse ante esa obra que justifica la existencia del hombre: las Meninas? Muy al contrario raro es el fin de semana en el que nuestros prebostes no acuden al palco del Madrid o del Atlético como nuevos césares que esperan ser aclamados por el pueblo. Amar la cultura es también detenerse en el Prado, y eso también vale por el ministro Wert y por las tertulianas que se desmayan cuando el camarero les mancha el bolso de Dior.
El Museo ha vivido todo tipo de crisis, hasta superó un bombardeo durante la guerra civil. Por sus galerías han pasado variopintos personajes pero no estaba preparado para el abandono olímpico, ni para el vacío institucional. La mejor campaña es rebajar el precio de la entrada y permitir que el madrileño pueda acceder a lo que es suyo. No quiero pensar que alguien esté maquinando privatizar algunas salas para que las explote una empresa especialista en subastar obras de arte.
La culpa hay que buscarla en Madrid, no en los turistas japoneses que han dejado de venir.

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