Brotes o botes verdes

(“LAS PROVINCIAS“/COLPISA, martes 22 de octubre 2013)

El entusiasmo del Gobierno por algunas cifras positivas ha llevado a algunos a lanzar las campanas al vuelo en señal de que se acabó la crisis como se acabó la guerra del 14; puede que no sea para tanto. Una cosa son los grandes indicadores de la economía y otra que el crédito fluya entre particulares o que las pequeñas y medianas empresas puedan recuperar la posición que tuvieron, por supuesto las que aún permanezcan en activo. El Gobierno ensancha los pulmones pero no afloja en impuestos.
Síntoma de la crisis es la propuesta del Instituto de Estudios Económicos, (la mente pensante de la CEOE), que reflexiona en alto retrasar la jubilación así como recortar la prestación por desempleo. La jubilación a los setenta años se antoja una barbaridad, está claro que a la CEOE le sale urticaria cada vez que aparecen unos jubilados beneficiándose de descuentos en los cruceros. A esa edad no todos llegan en las condiciones del cardenal Richelieu que presumía de tener “setenta años como todo el mundo”. Hay sectores laborales en los que a esas alturas uno no está para andamios, ni para conducir un transporte escolar, ni para patrullar en un coche policía. No todos somos cardenales como Richelieu.
La consigna gubernamental es pregonar a los cuatro vientos que lo peor ha pasado pero tampoco nos dicen cómo va a ser la salida porque si esperan que de nuevo sea el ladrillo el que nos redima entonces vamos dados. Con nuestra industria tocada es para preguntarnos dónde arranca el crecimiento, ya no queda como argumento ni el agujero del donuts. Se entiende que Rajoy hiciera un discurso “flower power” en la cumbre de Panamá pero sus buenas intenciones no llegan al común de los mortales porque no somos la gran mayoría silenciosa la que recuperamos nuestro dinero cuando sube la Bolsa, (que no deja de ser un juego empresarial del que estamos ausentes). Y no todo el mundo tiene ese minarete privilegiado desde el que Botín ve llegar las naves cargadas de oro y plata.
Al presidente del Gobierno, y a Montoro siempre tan risueño, habría que preguntarles si estamos mas cerca de pagar en las autovías o de una bajada de impuestos. Vistas las cosas con exceso de optimismo puede llevarnos a que algún fabricante cree la patente de la máquina de podar brotes verdes por si llegara el caso de que se adueñaran del jardín sin detener su aparatoso crecimiento. Podría ser otra manera de revitalizar la castigada industria nacional dónde ni el capitán Pescanova tiene hueco, ni los electrodomésticos Fagor, ni las pistas endiabladas del Scalextric.
Sería objeto de mucho comentario el disfraz de brote verde para el próximo Halloween: un traje a mitad de camino entre un zombi de película de Brad Pitt y el hombre lobo con la barba encrespada. Por supuesto con diseño Marca España, un modelo con mucho bote verde de pintura del que se encargaría Cecilia Giménez, la restauradora del ecce homo de Borja.

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