Directores generales

(“OTR“/EUROPA PRESS, miércoles 23 de octubre 2013)

De momento somos incapaces de cortar el grifo de la corrupción pero al menos sabemos dónde empieza el goteo; algo es algo. Según Manuel Cháves, ex presidente de la Junta de Andalucía, si un director general quiere robar no hay quién se lo impida. Es decir que a partir de ese nivel y tirando hacia arriba todo lo que es público puede acabar en el bolsillo de un tipejo puesto a dedo y con ganas de hacer negocio de la política. El director general goza de una especial posición privilegiada en el ecosistema del choriceo, es el gran depredador sólo amenazado por el consejero que le nombró y que por supuesto estaría en el ajo en caso de repartir el botín.
Si Cháves lo tenía tan claro lo que no se entiende es cómo no redujo el número de incontrolados en la Junta de Andalucía o por qué no ejerció sobre ellos una mayor vigilancia para evitar que el hurto se institucionalizara con el desparpajo que descubrimos cada día. Y, lo que es peor: ¿hasta cuándo creía Cháves que se le podía llamar idiota a la población? Igual pensaban que se podrían jubilar amiguetes dentro de un ERE sin control, o que se podrían pasar cabezas de gambas como si fueran inscripciones en un curso de formación. Son esos mismos que pensaron que la caja llena era demasiada tentación como para dejarla pasar y sin tener que dar cuentas a nadie se tomaban los gin-tonics en los puticlubs que les parecían mas adecuados.
Según las palabras de Cháves quién dice un director general puede también decir un jefe de servicio o un díscolo diablillo de esos que merodean cerca del poder. A fin de cuentas la trama Gurtel se crió al amparo de unos jetas que le caían bien a los señoritos a los que servían. Dos chistes bien contados y enseguida uno se gana la confianza del poder. En Valencia y Madrid aquello fue obra de la sociedad “Correa & Bigotes” y en Andalucía fue cosa de unos tipejos que actuaban de forma lamentable pero con todas las bendiciones de la Junta de Cháves porque no mirar a tiempo es igual que hacer la vista gorda.
Autores materiales hay unos cuántos, de hecho la jueza Alaya no se detiene en desentrañar una trama que cada semana aumenta con nuevos “artistas”, lo que no sabíamos es que los cómplices tuvieran tanta altura y fueran destacados prebostes de los que juran el cargo ante la Biblia, se dan golpes de pecho, salen en sus correspondientes hermandades de Semana Santa y roban con esa impunidad que da el cargo. Así, con un par y con esas caritas de angelitos bondadosos.

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