Pensamiento y ofensa

(“La Gaceta de Salamanca“, domingo 1 de diciembre 2013)

Pensar es ofender, sin duda, y cuánto mas piense el ciudadano mayor será su insolencia. La Ley de Seguridad Ciudadana se dirige contra todo aquel que tenga la osadía de tocarle las narices al poder, en especial el ultraje al concepto de España. Se adentra la Ley en el peligroso terreno de la ética y del pensamiento que nunca han delinquido. Pudiera parecer que somos un pueblo bárbaro ingobernable al que hay que crujirle a multas pero todo lo contrario, es asombroso nuestra capacidad de aguante y mas cuando otros se apropian del concepto España con impunidad absoluta.
La Historia nos dice que siempre fue así, en lugar de buscar un estado laico con la división de poderes que ya tenían en Francia elegimos tirar del coche de caballos en el que regresaba el gran felón de Fernando VII y gritar algo que nos define muy bien: “¡vivan las caenas!”. De otra forma no se entiende nuestro XIX, ni cómo permanecimos al margen de cualquier atisbo de modernidad encerrados en un falso culto por la patria que no era otra cosa que un canto a la esclavitud y a los señoritos del pueblo; Delibes tiene completa vigencia hoy, existen los nuevos “santos inocentes”.
Si no fuéramos tan dóciles las ofensas a España que vivimos de manera constante nos hubieran hecho sacar a la fiera que llevamos dentro pero es gato doméstico. Ofenden a España los negocios de una infanta mucho mas que cien pancartas; ofenden los banqueros que engañaron a los ancianitos con preferentes, y los sindicalistas que facturaban como cursos de formación unas mariscadas de bandejas repletas que eran un homenaje a la gula y a la lujuria. Ofenden quienes congelan el sueldo a sus trabajadores porque tocan vacas flacas pero no se lo subieron cuando todo fueron beneficios, y los que cobraron comisiones por la visita del Papa a Valencia, y los alcaldes que recalifican y caen en delito urbanístico. Ofenden a España los gobernantes que confunden lo público con su bolsillo, los eurodiputados en primera, los diputados que salen a la carrera del Congreso porque comienza un puente. Ofenden a España los empresarios que han llevado al cierre a marcas tradicionalmente españolas por su mala gestión, y los que siendo presidentes autonómicos pudieron construirse un palacio millonario en Palma de Mallorca. Ofenden los duques de Salsa que facturaban sus merengues pachangueros al erario público, y los políticos que buscan la confrontación lingüística.
Pero lejos de darnos por ofendidos lo que hacemos es guardar silencio. Somos buena gente la verdad, pudiendo montar un Motín de Esquilache cada semana lo que hacemos es quejarnos en el ascensor. Demasiado poco para lo que hay que aguantar.

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