Mónica de la mancha

Para sacarle partido a su cuarenta cumpleaños y seguir haciendo caja con un episodio del despacho oval, Mónica Lewinsky se ha vuelto a “sincerar” para una revista de tirada internacional. Lewinsky se ha sincerado tantas veces que uno se pierde y mientras le dure el tirón comercial pues que lo aproveche. Ha dicho tantas cosas acerca de su relación con Clinton, con su traje y con su lapidación mediática que cualquiera se perdería en el galimatías de sus explicaciones. El traje que algunos creíamos desparecido o guardado en un almacén de la CIA parece que sigue en su armario para sacarlo de cuando en cuando.
Al margen del aspecto simbólico que pueda tener para ella ese vestido es una cochinada dentro de un armario. Esta vez habla de él cuando debería mostrar la factura de la tintorería y dejarse de morbos presidenciales. Superada la etapa en la que se sentía una desgraciada bajo el foco de la humanidad, y con cuarenta años, Lewinsky tiene el vestido como el rifle de Búfalo Bill cuando actuaba con el circo: para recordar que hubo una vez un lejano oeste, en su caso que para conocer a una leyenda de cerca es necesario pasar por taquilla.
Con inteligencia ha conseguido darle vueltas a un mal momento, donde hubo humillación ha puesto cara dura, donde lágrimas contratos y prolongando su estatus de becaria se forra con sus “sinceros” recuerdos que afloran a su sentimiento más profundo. Puestos a decirlo todo: Mónica puede jubilarse sin haber dejado de ser becaria, tiene gran mérito porque fue algo puntual aunque rematado con mala puntería. Su mérito es enorme con esos ingredientes cualquiera no levanta cabeza con la soltura que ha demostrado.
Solo le falta hacer gira con Clinton que se aficionó a las conferencias bien pagadas, en realidad sería una estupenda telonera para completar un cartel como los que se veían en Sevilla en otros tiempos y no como en esta Feria que les han salido de pena y ha mandado el cemento sobre toros y toreros.
Juntos: el arrepentido Clinton y la talludita becaria harían un tándem para llenar un circo que fue lo que le pasó a Toro Sentado cuando aceptó la oferta de Bill, (Búfalo), para una gira europea en la que se perseguían con balas de fogueo después de años de haberse disparado a matar. Sin duda que salieron ganando con esa “join venture”, siempre se ha dicho que es mejor un mal acuerdo que un buen pleito. Quizá ese momento lo deje para cuando se “sincere” en otra entrevista y tenga claro qué caché le pone a la prenda más añeja de su armario.

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