La reflexión en pastillas

Me apropio de la frase de Martes y Trece: “perdonen la rebuznancia” si la hablar de reflexión hablo de un día cualquiera, en este caso viene marcada por esas normas de política del XIX que hemos arrastrado hasta aquí. Aceptemos, pues, que ayer nos mandaron al rincón de pensar y démoslo por bueno porque de vez en cuando conviene concentrarse en algo útil. La pena de la reflexión oficial es que dura muy poco, a mas de uno le convendría darle otra vuelta a la mollera y sin embargo aprovechó en sábado en cantar goles lisboetas.
Ese rincón de pensar que un sabio inventó para que los niños en el cole tomaran conciencia de sus actos es una idea magnífica porque nadie aguanta un día concentrado en lo mismo pero no será por falta de argumentos. El político en su campaña, el estudiante en los temas que le quedan por repasar, el lector en la trama de la novela, el pintor en los detalles para rematar los cuadros, el cura en su sermón, el ateo en negar a los curas, el torero en el lote que la ha caído en suerte esa tarde, el público en los aplausos o en la indiferencia y hasta es posible que los novios piensen en si es amor o le quieren decir sexo, y el director de cine en rodar en decorados diferentes y en puestas de sol redondas.
La reflexión es buena y lo mejor es que tiene un día oficial al año, aunque parece poco. Cada día que se le dedica a algo es porque está en peligro de extinción como el teatro, la cualidad de padre, el hecho de ser madre o el día sin coches. Todo es una “rebuznancia” como decían esa pareja de humoristas que un día pensó sobre su destino y se rompieron como otras tantas parejas que se van al garete por tanto usar el amor que decía Rocío Jurado. Y, con su permiso también reflexiona este servidor en sus cosas que luego serán también las suyas si soy capaz de expresarlas bien.
Hoy es domingo, quedan liberados del pensar, toca ruido de urnas y anécdotas típicas como las parejas que votan recién casados por tener otra foto en el álbum. O ese que se disfraza de payaso y se lo lleva la policía por bobo.
Deberían vender pastillas para la reflexión, pueden ser más útiles que la viagra porque son de mayor espectro, el sexo sin cabeza es un apareamiento entre simios, y los detalles son los que enamoran y no un canibalismo atroz que se convierte en depredadores de carne humana, caníbales de dormitorio. Claro que es solo una reflexión puesto que Lewis Caroll nos dejó una obra clave: “lo crudo o lo cocido”. Se lo propongo como reflexión sin fecha cierta. Buen domingo.

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