Hisopo y agua bendita

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Estimado ministro Bono: ¡que las tropas vuelvan de Haití!, y no por una cuestión de conciencia sino de defensa nacional, haga usted el favor. Lo que nos faltaba era una caja del Ministerio de Defensa en la torre Windsor, esto ya es como para llorar y no echar gota. Pasmados de la muerte ante la catarata de acontecimientos que se desencadenan de forma tragicómica, ya hasta lo del butrón nos parece una tontería sin importancia, ¡sólo eran unos ladrones, pues vaya! Cada vez que afloran nuevas noticias tenemos más candidatos a prender el edificio, ahora pueden ser los seculares enemigos de la Patria. Aunque su ministerio niegue que hubiera documentos de vital importancia en la caja fuerte tengo la sospecha de que ha sido «el turco» en venganza por lo de Lepanto. También había pensado en la familia de Viriato, o en la del conde don Julián, pero tienen coartada.

Vuelvan las tropas con el capitán castrense al frente y tomen las ruinas del Windsor antes de que aparezcan almas en pena entre las grietas de la tierra. Dicen que aquella zona fue un cementerio hace un par de siglos, cuentan de sus vibraciones telúricas, de quejidos y lamentos, arrastrar de cadenas y risotadas de borracho.El perro policía no encontró restos de combustible pero salió mordisqueando una tibia, no le digo más. Poltergeist en La Castellana, ahí queda eso y ahora ponte a inaugurar el túnel de Cuatro Caminos si puedes. Otra posibilidad sería declarar la zona como parque temático de loquitos, para que puedan hacer sus aquelarres a la luz de la luna, todos en pelotas dando saltos en la estructura de barco encallado. Por eso es importante que sometan al edificio a un asedio numantino, que lo rodeen las tropas hasta que el fantasma se rinda y aparezca con las manos en alto y la linterna entre los dientes.

Ustes que es amigo de cardenales, diáconos, sacristanes y monaguillos puede hacer algo más en este asunto. Quizá bombardear la torre Windsor con un cañón de agua bendita para que se acabe este gafe que tiene Madrid y que no sabemos por qué parte nos ha entrado.Luego, en señal de agradecimiento le prometo que inicio una colecta nacional para sufragar una estatua suya a caballo, como si fuera el José Martí de los nuevos tiempos. Ponga usted un retén de la guardia mora a vigilar las entradas y salidas, no vaya a ser que por un descuido afloren los documentos secretos de quién hundió el Maine, o el autor de la muerte de Prim, o el recibo del tinte de las camisas de Isabel la Católica. O lo que es peor: sepamos por qué Aznar no hizo la mili.

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