Perdimos porque luchamos

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Ni la voz templada de una reina, ni el relato emocionado de los deportistas, ni la voz de un pueblo que aspira a ser feliz (y que se note). Ni las imágenes de España como país moderno y capaz, ni la música, ni los apoyos de la gente conocida. Nada ha sido capaz de doblegar el músculo de acero que mueve las emociones del Comité Olímpico Internacional.

Sepan que en Singapur se han cargado un proyecto pero no han podido quitarnos el buen ánimo. En la sala de lujo hortera de un hotel de Singapur nos han dado una puñalada por la espalda, en pleno pulmón. Una canallada a dos manos y con inquina pero (sepan también los del COI), que a este pueblo para borrarle el entusiasmo antes tienen que provocar la desaparición de la especie humana.

En las derrotas se suele dar la espalda al perdedor como el que lleva la peste. Algo me dice que en esta ocasión no lo van a conseguir, ¿quién sabe dónde andaremos en el 2012?, ¿dónde estaremos los presentes y en qué circunstancias? El 2012 era un objetivo de ilusión, la tapia a la que todos queríamos asomarnos para ver un jardín de las delicias donde las chulapas saltan altura y los manolos hacen carreras por relevos. Un estadio olímpico que huele a churros por la mañana y a ligoteo a última hora.

Será posible que los dioses no tengan alma, de ahí las desventuras que nos pasan a los humanos, siempre tan frágiles y a merced de los vientos. Será posible que sólo en Madrid creamos en Dios cuando Él da muestras permanentes de estar apuntado a la lista del paro.

Quijotes o locos, ilusionados o ilusos, templados o templarios, los madrileños buscamos la siguiente oportunidad. Hoy escuece la herida, es cierto, pero mañana será otro día. En todo caso gracias a los que han conseguido que con el sueño olímpico podamos comer durante unos días, ha sido un pan grato que nos ha alejado de la bilis cotidianas. Dicho sea antes de que los cuervos vengan a por su ración de carnaza.

La decepción sopla fuerte? incomprensiblemente hay humo donde tenía que haber llama.

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