El anuncio de Laporta

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Un aeropuerto es un lugar muy aburrido donde por culpa de la iluminación y la asepsia todos parecemos muslos de pavo envasados al vacío con un maletín en el pico, demasiado impersonal; al menos en los aeródromos antiguos se celebraba misa al aire libre los domingos.La culpa la tienen, una vez más, los que confían sus vacaciones a los mayoristas. Y como no hay pasajeros románticos tampoco quedan estampas entrañables. En un aeropuerto en tránsito se pueden hacer pocas cosas, parece que la decoración estuviera destinada a anestesiar los sentidos; en todo caso se puede rodar un anuncio. La versión brasileña es festiva, con música de samba y Ronaldo haciendo cabriolas entre los carritos de las maletas.La versión pija sería parecida a la que rodó Enrique Iglesias cuando se quita el smoking para colarse por la boca del tigre por dónde meten las maletas. La versión española, digna de un fotograma de Cine de barrio, la perpetró Joan Laporta con aire de ofendido pasajero al que le tienen hasta la tarjeta de embarque con las medidas de seguridad. La versión española tenía que ser mezcla del despelote de Enrique Iglesias con alguna escena inspirada en La escopeta nacional: ¡qué no me dejan pasar, aquí mismo me quito la ropa con dos narices!, ¡usted no sabe quién soy yo! El presidente del Barça solucionó el problema como se haría en un tebeo de Mortadelo y Filemón; de poco le sirvieron las excusas de los guardias, ni las peticiones para que soltara lastre en la bandeja anexa. Está visto que cuando el genio aflora no hay máquina que se le resista.
Perdió una ocasión de oro para lucir una ropa interior con los colores del equipo, eso hubiera sido un golpe de efecto insuperable, en cambio optó por un ataque verbal contra todo lo que se mueve incluido el escalafón celestial. Dicen que creó un ripio en consonante en el que relacionaba cuernos, hartazgo, soberbia, rabia, ajos, sapos y culebras. Es posible que el gesto enrabietado del culé sea tomado como ejemplo, y este verano la gente entienda por «hacer un Laporta» al acto de despojarse de vestimenta para entrar en los chiringuitos donde compartir cerveza con las moscas, y entre aperitivos radioactivos, (allí donde las panzas prominentes alertan de que estamos rodeados de vigilantes de la paella).También es posible que Laporta haya tenido una idea original para combatir la ola de calor, cuando el termómetro aprieta ni las reglas de estética se respetan: fuera corbata, cinturón, pantalones, zapatos y así hasta llegar al hombre que hay tras la cebolla que viste a un ejecutivo.

La rabia y la vanidad le pierden. Si hace lo mismo pero sin acudir al diccionario de charcos y culebras habría quedado como un marqués.Además, después del incidente se arriesga a que sus jugadores vayan haciendo lo mismo por los aeropuertos del mundo, ¡con lo que cuesta que un futbolista se coloque la corbata con desgana! Florentino Pérez no lo hubiera hecho jamás, hasta en el yate navega sin descomponer la figura. Nos queda la duda de saber si el arco de seguridad estaba calibrado para detectar metales o era una alarma para prevenir de la presencia de gente desagradable.Echemos la culpa al calor que desbarata las seseras.

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