Perdonen la tristeza

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Estimado madrileño: por si acaso se le ha pasado por alto le recuerdo que ayer, ese día de chichirinabo metido en aguas y charcos, fue el Día de la Comunidad, nuestro momento de afirmación nacionalista cheli (que reivindica el churro y el vermú de grifo como señas de identidad). Jornada que no fue festiva porque cayó en domingo por caprichos del bisiesto. Tendría que hacer un salto en la memoria de trapecista del circo para recordar un 2 de mayo tan gris. Ayer ni el tiempo acompañaba, ni las ganas apetecían, ni los políticos estaban por la labor; sin nada que celebrar, este aniversario ha pasado por alto.
A poco menos de cumplirse dos meses de los atentados del 11 de marzo, la maquinaria festiva se resiste a ponerse en marcha.Normal, y eso que anuncian grandes fastos para finales de mes debido a una boda real. Ayer no se vieron chulapas y manolos, no había aire de verbena ni de chotis bailado con un radiocasete (porque ya no quedan pianolas), fue en todo caso una festividad de puertas para adentro y sin tarta. A falta de un informe sociológico que nos evalúe lo que vivimos, se me viene a la cabeza uno de los Poemas Humanos de César Vallejo: «Fue domingo en las claras orejas de mi burro, / de mi burro peruano en el Perú (Perdonen la tristeza)». Dos de Mayo clandestino y en la intimidad, más bien oculto y sin comprarle barquillos a los chavales, dándole la razón a la abuela, que le dolían los huesos porque iba a cambiar el tiempo. La primavera no termina de llegar, los ánimos no logran recuperarse y aquí llueve como en las películas de cine negro: para contribuir a la intriga. Ya no quedan espías del otro lado del telón de acero, pero el perfil de la lluvia cayendo en el ala del sombrero de una rubia que fuma, envuelta en una gabardina clara, es muy inquietante.

Aunque es cierto que ayer vi a un niño vestido de comunión, pero su madre lo llevaba envuelto en plásticos, no fuera a echar a perder el traje de pequeño brocker de Manhattan (a esa edad hay que empezar a enseñarles el recto camino que lleva a la continuidad de la estirpe). Supongo que ese chiquillo tampoco disfrutaría internado en un salón de bodas, banquetes y bautizos, uno de esos campos de concentración de las emociones que cada día abundan más. No es un feo hacia los Héroes del Dos de Mayo, tampoco una falta de respeto con nuestra historia más reciente de la Comunidad, no es una dejadez ni un olvido aposta. Sencillamente ayer no teníamos el bolsillo para cacahuetes, ni el santo para ruidos.

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