El pisito

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Estimados y pacientes madrileños a la espera de un hogar: años contemplando los domingos por la tarde cómo un terreno arenoso no termina de llenarse de grúas; años ideando cómo serán las cortinas de un salón virtual de una casa por construir, santa paciencia la vuestra. A este paso el AVE llegará antes a las Chafarinas de que os entreguen la casa apalabrada, ahora es cuando el ciudadano paciente se da cuenta de que la tierra prometida está en manos de constructores que se saltan los plazos de entrega a la pata coja. Demasiado tarde para arrepentirse y demasiado lento como para encontrar el final: habéis caído en la parte estrecha del embudo, lo que nadie os explicó el día de la firma y los primeros euros (pesetas de entonces).
Los obispos me perdonen, pero una hipoteca une a las parejas mucho más que el matrimonio por la Iglesia, la hipoteca es el sacramento laico de los que se juramentan para vivir bajo el mismo techo. Eso lo saben los que especulan con vuestro dinero y con vuestros sueños. Ya sea para incrementar el precio final de la vivienda o para esperar una subida del terreno, lo cierto es que no tienen ninguna prisa por acabar la obra, nada más ver un plano les entra la gripe del pollo. Su negocio va en contra de los intereses del propietario, pero vaya uno a hablar de sentimientos a estos profesionales de la especulación formados en la Escuela de Pensamiento de «Alí Babá y los 40 Adosados». Les da igual que una familia ansíe un lugar donde pasar el resto de sus días y pasan por alto que existe un contrato con la fecha de caducidad borrada por el paso del tiempo.

En el negocio del suelo madrileño hay más trampas que en una película de Cocodrilo Dundee, y eso que ¡iban a terminar con las irregularidades urbanísticas en cuanto se terminara la funesta comisión veraniega de la Asamblea de Madrid! Señora presidenta de la Comunidad: hasta el santo Job se habría encadenado en la Puerta del Sol para preguntar cómo va lo suyo.

Pasan los días y se os pone cara de Jose Luis López Vázquez en El pisito. A pesar de haber transcurrido más de cuarenta años desde la película de Marco Ferreri las cosas parece que siguen igual. Y eso que no se les pide que construyan complicadas mansiones con columnas salomónicas y paredes estucadas. Ganas dan de mandarles a que les den por el ladrillo, pero me temo que toca esperar un poco más y al tiempo desesperar como el aullido del lobo.

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