Madrid en colorines

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Estimado Ginés Garrido, Madrid es suyo. Una vez que ha ganado el concurso para remodelar el entorno del río Manzanares, todos esperamos que su propuesta sea algo mágica, un poco innovadora, completamente diferente y en algunos aspectos deslumbrante. Meta esos datos en su coctelera de arquitecto, agítelos antes de plasmarlos, y el resultado es que nos quede bonito el cuadro. Hágalo como si en cualquier momento viniera a atracar el Queen Mary II, lo importante es el entorno festivo y agradable, luego ya veremos si nos cabe el barco por la bahía de Toledo, ¡a ver si ahora la realidad va a estropearnos un buen sueño!

Disculpe si le digo que lo tiene fácil porque cualquier cosa que mejore a la pelotera realidad presente es un logro. Volvamos a los tiempos en los que había lavanderas junto al río, y patos, y ranas, devuélvale usted la alegría al puente de Toledo para que recupere la ironía de Quevedo y deje de sufrir el roce de los camiones de gran tonelaje. Los que tenemos edad suficiente y memoria equiparable nos acordamos de un Manzanares horroroso al que vertían todas las miserias, un río poseído que echaba espuma por la boca, procedente de las primeras lavadoras automáticas, (¡fíjese qué antigüedad!).

Bendiciones municipales no le faltan y también el apoyo de la oposición, asunto insólito; desde que la Cibeles se estaba sacando el carnet de conducir carros tirados por leones no se conocía un consenso semejante. En sus manos, oro en paño que es el material de Madrid y la ilusión de sus vecinos, saque punta al lápiz y póngase manos a la obra para que le quede una ciudad de dibujos animados. O mejor aún: haga realidad lo que parece ficción en algunos bares: darle vida al lustroso bocadillo de jamón de la foto. Sabido es que la distancia que separa a la loncha del cuadro con lo que luego ponen en el plato es como ir de Plutón a Lavapiés en bicicleta. El truco sólo está al alcance de Ginés Garrido y de escasos alumnos aventajados de la escuela de Hogwarts.

Menos plomo y más luz, tal y como lo imaginaron los niños que pintaron una ciudad diferente. Cuando dice margen del río, todos entendemos margen para mejorar; cuando habla de cauce seguro, que es por el buen camino; cuando se refiere a las vistas, estamos convencidos de que tienen que ser mucho mejores. Si es capaz de plantar un sueño donde ahora crecen las obras es para darle la llave de oro de la ciudad y unas porritas para mojar en el café. Estaremos atentos y como dirían en México: ¡pues déle no más!

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