La duquesa mediática

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Hasta que llegó Serafín a dibujarlas en La Codorniz las marquesas (y por extensión el resto de aristócratas) eran algo tan desconocido como el pollo en casa del menesteroso. Serafín creó la imagen y luego ellas se pusieron el visón para bajar del coche con la cara de desprecio olímpico, me refiero a esa aristocracia con reuma que ríe a medio labio, que nunca alza la voz y que se palmean la espalda en la entrada del Club 31 o en su defecto en alguna cacería de finca manchega. Todos tienen aire de parientes porque durante siglos han practicado el cruce genético, incluso antes de que a Mendel le diera por estudiar guisantes. Se parecen igual que pura sangres de hipódromo, eso de que el hombre desciende del mono es de pobres y de gente mal hablada.
La presidenta del sindicato sería Cayetana de Alba, duquesa por antonomasia, persona de natural afable a la que le van los cirios de los jueves santos y también los cirios de tablao. Cayetana está hasta el pirri de los reporteros que le acosan y en lugar de escribir una carta a los Reyes Magos para que castigue a los de la Nikon, ha enviado texto a la agencia EFE en el que pide que la dejen en paz. Le hubiera salido más a cuenta pagarse un anuncio en la tele pero con su natural prosodia y lentitud el espot habría durado más que un programa de Punset.

Está agotada de verse todo el día en los programas de televisión, sólo le falta salir en Bricomanía apañando el marco del cuadro de un ilustre antepasado. Lo que no tiene en cuenta doña Cayetana es que, casualmente, su familia origina más noticias que ninguna otra a los medios de comunicación. Tanto es así que me cuentan que los paparazzi están juntando para hacerle una estatua frente al Palacio de Liria (también llamado de Lidia por su querencia a los toreros), como señal de agradecimiento a su gran benefactora.Cualquier epistemólogo de la comunicación, aún en prácticas, podría señalar con los ojos tapados a la Casa de Alba como fuente inagotable de información del colorín. ¡Que no le gusta a la duquesa!, es verdad pero también lo es que entre familia directa, ex yernos y ex cuñadas hay más gente de la que cabe en un barco.

Estamos ante un problema que no tiene el relieve del Estatut pero que también tiene su miga: ¿qué puede hacer España a la hora de la siesta si no aparece algún miembro de la familia Alba en pantalla?, ¿estamos preparados para regresar a los leones de La 2, esos gatos crecidos que tantas tardes de gloria le dieron a los documentales? Imposible. Deberíamos tratar a la duquesa como bien de interés nacional y respetar su silencio, incluso nombrar un portavoz de palacio que pusiera los comunicados redactados en un corcho, escritos a mano y con tinta azul por supuesto.

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