Empecinados y pragmáticos

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

De la España real a la España publicada hay una distancia mayor que de aquí a Urano esquina con Plutón. El descubrimiento no es cosa mía, ya lo señaló Felipe González al hablar de la opinión pública y de la opinión publicada, siendo la primera mayor y más libre y la segunda asunto de agitación propia de laboratorio. Nuestros políticos (todos) viven en un estado de palabras esdrújulas y de miradas torvas, parecen pilotos de pruebas del acelerador de partículas donde ensayan la capacidad de adaptación del ser humano frente a ambientes hostiles. Salieron los papeles en carretillas de estación y no se quebró Salamanca ni en el resto de España hubo un crujir de dientes. Y, una vez idos los documentos no estaría de más recordar que aquí se quedan el resto de problemas, explico: bien está reivindicar aquello que se considera propio pero sin abandonar otros asuntos. El ejemplo en clave nacional se entiende mejor: hoy no tenemos otra cosa que discutir que el Estatuto catalán (que a Carmen Esteban le daba tanto apuro), y parece que las pensiones, el IPC, la Sanidad y las relaciones exteriores marchan solas.
Quejémonos también en esdrújula como hacen ellos y digámosles a los políticos que hagan el favor de crisparse menos y de solucionar más. La misión del político, mal que le pese, es llegar a acuerdos con otras formaciones, lo extraño es que anden todo el día a la gresca con cualquier excusa porque hasta de los sapos de pantano se hacen comentarios airados. La ciudadanía peatonal, la que trabaja a pesar de los augurios de mal agüero debería mandarles un mensaje de calma y a lo suyo, señores. Más que nada porque algunos van a terminar echando espuma por la boca y salpicando bilis a sus vecinos. Eso es malo para la salud.
Vivir sin papeles es posible. Una vez que se fueron en unas furgonetas bastante indecorosas por cierto, (unos documentos históricos se hubieran merecido un traslado en algo mejor que un furgón de congelados), quedan el resto de problemas: locales, regionales y nacionales. Con toda naturalidad pero sin esperar un minuto más hay que ponerse con ellos. Aunque parezca mentira también estamos a punto de que el Estatuto catalán quede resuelto y podamos pasar página en la construcción de España. Será un alivio comprobar que nos dirigimos hacia la primavera, y algunos políticos tendrán que reflexionar seriamente sobre si van a continuar de por vida enfurecidos o abrirán el despacho con ganas de trabajar para los suyos. Quedará patente la división entre empecinados y pragmáticos, y los ciudadanos verán el color de las ideas al trasluz de las cortinas de humo.

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