No es de ley, es humo

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Estimado empresario hostelero: cincuenta y un días después de la entrada en vigor de ley antitabaco nadie tiene claro qué demonios pasa. Fumar no es que esté prohibido o consentido, no es que moleste o agrade, no es que intoxique o sea inocuo, lo que ha conseguido el Gobierno es que fumar sea difícil y en ocasiones insólito. Una ley que obligara a los grillos a no cantar en la hora de la siesta habría sido más fácil de cumplir. Han logrado que la convivencia en los bares, hasta el momento auténtico crisol de culturas y camaradería, se haya convertido en un infierno para la tolerancia. Dos personas que hasta hace un mes y medio desayunaban juntas ahora son capaces de pedir un metro para cubicar el espacio y ver quién lleva razón, y si el local tiene más o menos de cien metros cuadrados, (incluyendo la plancha donde se hacen los cruasanes del desayuno). Lo más ingrato de cumplir una norma es no saber a qué responde; lo que se hace con los ojos tapados o es la gallinita ciega o es una memez.

Recular para avanzar a saltos de canguro cojo no es nada atractivo; de todas las normas asociadas al tabaco que lanzaron a primeros de enero se han cumplido la mitad de la mitad, la mayor parte han tenido que ser revocadas por el sentido común, hasta tuvieron que volver a consentir la venta en los quioscos. Aunque el fumeque sea el mayor vicio del mundo-mundial, (que no lo es: la mala leche es peor y mata a más gente), el fumador tiene derecho a seguir con sus hábitos hasta que no inventen la máquina de deshuesar contumaces, que todo se andará. Becaria, el jurista, le daba a las penas un sentido humanitario: persigamos la pena pero compadezcámonos del delincuente. En todo caso que no sean los bares de Madrid los que sufran las consecuencias una vez que han adaptado los equipos de renovación de aire y acotado los espacios para el humo. Los hosteleros han ido cuatro pueblos por delante del ministerio porque les va la clientela en ello.

No fumar es algo estupendo pero tampoco está mal no tocar las narices con normativas de difícil acatamiento. Hasta el momento la convivencia entre no fumadores y fumadores había sido magnífica, pero siempre puede aparecer una ley que viene a complicar la realidad. La Comunidad de Madrid anuncia que levantará el nivel de exigencias y los madrileños hasta podrán hacer algo tan revolucionario como es fumar un puro en una boda. Si esta ley fuera de la Marina podríamos estar seguros de que no flotarían los barcos, así de extraña es.

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