Premio a nuestra infancia

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Los viejos cines de barrio son hoy gimnasios, salas de fiestas, supermercados o sex shops, donde antes se proyectaba la imaginación hoy se proyectan las cuentas de resultados. Se nota en las fachadas que se han vuelto oscuras y muy tristes, no es igual anunciar un colorido cartel con las aventuras de Tarzán que poner la foto gigante de un pollo en oferta.
Madrid no ha matado más que nadie a sus tradiciones, sencillamente ha seguido la corriente de los tiempos que imponían acabar con las salas de pipas. Algunas tuvieron una transición dulce hacia la muerte cuando pasaron de cines de barrio a cines de porno, pero también se acabaron los pajilleros cuando apareció internet, (les evita salir a la calle con gabardina cuando hace calor).

Uno de los momentos extraordinarios de aquellas salas de barrio hoy desaparecidas: el cine Quevedo, el Magallanes, el Palacio de Cristal, etc? eran las proyecciones de las películas de Tarzán. Hoy, gracias al Festival de cine de Peñíscola, sabemos que Chita vive Palm Springs, (California) y que el domingo día 9 cumplirá 74 años. Sabemos, además, que la mona más longeva del mundo es mono, pero como en las películas de Johnny Weismuller eran asexuadas no había problema. También hay sospechas de que Jane fuera un tío con pelos y señales, pero eso está por demostrar.

En el Festival de Peñíscola le han dado el único reconocimiento cinematográfico que ha tenido Chita en su vida, nunca nadie antes se había fijado en ella. Premio que es también para nuestra generación que tantos chistes hicimos de la mona sin darnos cuenta de que era mono.
Será difícil de explicar pero donde hoy lucen las ofertas de los supermercados antes hubo una pantalla con elefantes, leones y selva en blanco y negro. Por la megafonía del local y sin efectos especiales sonaba el grito de Tarzán que helaba la sangre, quizá por eso se caen solas de las estanterías las bandejas de filetes de avestruz.

Weismuller se ahogó en un gin-tonic, Jane acabó sus días en un sórdido apartamento de Las Vegas (donde la abandonó su último marido antes de marcharse al este), y Chita vive, premiada y vieja. Sólo ella y Santiago Carrillo son capaces de sostener de esa forma un cigarrillo.

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