Con Bono acaba el aniversario de El Quijote

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

SI tienen opción háganse con una copia escrita, o en vídeo, de la despedida de José Bono en el Consejo de Ministros, fue magistral. Los que le critican no entienden que Bono es un secundario de la novela del Capitán Alatriste, un personaje cervantino que ha llegado de manera inexplicable a la era digital donde el honor es una mercancía que se vende al peso y en la que pocos confían. Nunca nadie había conseguido cargar de emoción la aséptica sala de La Moncloa donde se expresan los acuerdos tomados en la reunión anterior. En la despedida de Bono hay verso, sentimiento, referencias históricas, bíblicas y personales, ¿quién da más?
El político es un actor al que le toca representar un papel colectivo, y en su final de Ópera italiana el aún ministro de Defensa estuvo sublime. Nunca hasta el viernes un alto cargo había dejado su cargo de una manera tan lírica, ni Alfonso Guerra pudo hacerlo en su día (aunque ahora lo haga en la segunda parte de sus memorias). Sólo se escuchó un tímido aplauso en la despedida de Bono, quizá porque los demás comprendimos que no era sólo el final de una obra de teatro; detrás de su intervención no había sed de fama sino amor a España (sólo desde el discurso castellano y religioso que construyó en la sala del Consejo de Ministros se puede entender España). Era fácil notar la emoción, por aquellas palabras se paseaban desde El Gran Capitán al almirante Cervera que hundió su escuadra en Santiago de Cuba, antes de entregarla a los norteamericanos. Pero también sonaba a Pi i Maragall, a Cortes de Cádiz, a Unamuno, a Azaña, (a Siglo de Oro), a Pedro Antonio de Alarcón, Jovellanos y Cadalso; a aquellos primeros discursos de Suárez, pero también a la grandeza de quien piensa que la palabra es el máximo tesoro que tiene un hombre. Porque también había letra de enamorado.

En su toma de posesión hubo artistas, cantantes, políticos y cardenales. El viernes se marcó una despedida de final de Cuaresma que sonaba a pregón de Semana Santa. Incluso con el detalle cinematográfico de su hija de cinco años cuando en Reyes le pidió: “Mi mejor regalo es que dejes la política”. Si quieren más detalles cinematográficos en su mirada y en la de Fernández de la Vega está el “siempre no quedará París”.

El viernes José Bono se marchó para dedicarse a su familia y a los caballos. Estuvo sublime, cuando la política se encalla da gusto escuchar a un señor. En el futuro serán otros los que tengan que escribir la historia de España. José Bono se convierte en retrato por decisión propia. Un hombre que se equivocó de siglo pero acertó con las palabras, un español jacobino, casi una especie en peligro de extinción.

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