El código del pecado

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Si para los musulmanes el peligro está en dibujar al profeta, para los cristianos el mal casi siempre viene de las pantallas de cine. A los dos les molesta la iconografía porque a las religiones les molesta que les hagan la competencia. El cine es la versión más desarrollada de hacer dibujos en la arena del desierto, un invento de occidente para tener ocupada la tarde del domingo. En buena parte de las salas de exhibición españolas se proyecta ?El código Da Vinci?, una película que se estrena con la mayor campaña de publicidad posible. El Opus y la rama más dura de la iglesia católica se han encargado de hacerle promoción al film de Tom Hanks, que como tal dicen que es flojita tirando a rollo pestiño. Quizá no hayan valorado que con su reacción le están haciendo el mejor de los marketing.
De vez en cuando nos hace falta tirar a la hoguera algún libro, alguna película o tal vez una bruja. El colectivo se enciende cuando hay un enemigo común y el cine está cargado de peligros para el alma, (en el caso de que uno crea en ella y también esté dispuesto a dejarse manipular). Pero ?El código Da Vinci? se trata de una película, nada más, y no puede ser tomada como argumento teológico porque es ficción. Pero los devotos flagelados de rodillas en la puerta de los cines le dan al estreno categoría de pecado universal, lo mismo pasó con la película de Godard ?Je vous salue, Marie? cuando las niñas de colegio de monjas evitaban pasar bajo la marquesina donde se proyectaba el maligno.
Mientras discutamos sobre los símbolos y no sobre las ideas seguiremos siendo una sociedad medieval de curas bravucones, y beatas temblorosas. La razón tiene mala prensa, se llega más lejos con una consigna que con una idea. No calcularon bien los Lumière el efecto social que iba a tener su invento que consistía en recuperar las imágenes cotidianas para proyectarlas sobre una sábana. A efectos de maduración intelectual seguimos dentro de la cueva de Platón, asustados por las sombras que vemos proyectadas del exterior.
La religión tomada con un factor excluyente es algo muy cansado para convivir ella, y más cuando nos quieren salvar el alma a toda costa. Como sigan enviando al infierno a todos los que piensen diferente no va a haber sitio, en un lado los tibios, en otro los cinéfilos y así hasta completar la lista de los descastados. El pecado entendido como mochilla llena de cantos de río es una pesadez histórica de la que guardamos triste memoria. Los pastorcillos que eran los elegidos para las apariciones angelicales están más preocupados en ver el fútbol del mundial. Y, el cine es un sueño, un arte, una mentira dulce, nunca un castigo.

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