Un tipo genial

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Para hacer una revolución no hace falta estornudar con el olor a pólvora como le pasaba al Ché (porque era asmático). El empresario más poderoso del mundo, Bill Gates, anima a que los ricos se hagan benefactores con su ejemplo personal. De entrada ha conseguido que el segundo de la clase, Warren Buffett, se apunte a la causa con entusiasmo juvenil, ya son un club y buscan más socios. Entre los dos tienen mucho dinero, carros de dólares, las sacas de oro colocadas unas encima de otras formarían el nuevo valle de las pirámides de las vanidades. De haber sido faraones le habrían regalado un yate a Ra con grifos de oro, para que navegara seguro durante las noches que tanto temían los egipcios. Pero en lugar de atesorar sin sentido, Gates en compañía de su mujer Melinda y de Buffett van a hacer un gesto revolucionario: ocuparse de los demás. Su línea de actuación tiene dos vectores, expandir la educación y erradicación de las 20 enfermedades más peligrosas. Por lo tanto mejora de la Humanidad gracias a la cultura y la investigación biológica, nos salvarán los poetas y los médicos en lugar de la superstición y el individualismo. No ha habido otro mensaje más solidario desde hace siglos, se trata de algo más que de caridad, sorprende viniendo de personas que tienen resuelto su final de mes hasta que la tierra se enfríe y regresen los dinosaurios.
Los ricos tienen mala imagen pero muy buena vida (una cosa compensa la otra). Grandes fortunas se han construido sobre los beneficios de perpetrar expolios o la invención de máquinas perversas, históricamente, el mal como empresa ha sido muy rentable; en cambio la fundación de los Gates va a igualar a los hombres desde abajo con el mensaje sencillo de misma educación igual calidad sanitaria. El acuerdo se firmó en una biblioteca pública de Nueva York, los tres se sentaron detrás de una mesa común para hablar de un proyecto histórico. Buffett bromeó acerca de la eximia fortuna que donará a sus hijos porque no cree en las herencias familiares sino en la igualdad de oportunidades, esperemos que sus descendientes también. Y lo ha dicho el que podría ser la representación más perversa del capitalismo acelerado, un empresario acostumbrado a las ganancias como el gallo a los amaneceres, cualquiera diría que después se marcharon a comer una hamburguesa en el parque y a charlar sobre Gandhi y las letras de Lennon.

Alguien dirá que los Gates y sus amigos son unos rojazos, unos tipos peligrosos porque pervierten el mensaje que les obligaba a cumplir el sistema, estaban llamados a aburrirse en un sillón de cuero mientras la vida pasa en un balneario para jeques reumáticos. El acuerdo en la biblioteca de Nueva York les lleva a su vez por dos caminos, que pudieran ser tres: una película de Hollywood, (Melinda tiene perfil de estrella), hacia el Nobel de la Paz. Y quién sabe si hacia la Santidad laica.

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