Ramón Madrid Calderón

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Llega a la nave blanca un hombre tranquilo, un superviviente de las tensiones del far west; más falta le hace al club la normalidad de su carácter que su calidad de buen letrado. Ha tenido suerte el Madrid porque en mitad de su agujero negro, en ese cisma producido en la Galaxia por la salida de Florentino (el bien planchado), apareciera Calderón que es la mano lenta según cuenta Raúl del Pozo con quién comparte partidas de cartas y chistes.

El lío de las urnas viene de cuando Jeb Bush, (alguien que es más tonto que el propio presidente), lió en Florida un cipostio de sumandos con las papeletas más manoseadas del mundo. Hay quién dice que por tanto mover cartoncitos se desató el huracán “Katrina”, todo es posible. Pero desde el hermano Jeb, hasta la fecha, no ha habido forma de cerrar unas elecciones como es debido. Ni en Alemania, ni en Italia, ni en la Comunidad de Madrid, ni tampoco en la Casa Blanca. Aquí o ganas por mayoría aplastante o te crucifican con tu propia lengua.

No sé si el nuevo presidente merengue va a conseguir que los goles entren solos y que la gente vaya al estadio con la tranquilidad puesta, lo que parece claro es que por su forma de anudar la corbata estamos ante otro estilo. Lo siento por los que aman el ladrillo, Calderón parece amar el césped y el “jogo bonito”.

Los socios le han elegido como el ministro de las ilusiones blancas con despacho en Concha Espina. Tiene el reto de descubrir el secreto de la pirámide y de averiguar por qué el palco produce vértigo, será cosa de otros presidentes que se despegaron mucho de la tierra.

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