La guerra es una mala palabra

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

NO es que el mundo se haya puesto cuesta arriba, lo que pasa es que cada
día lo estamos dejando más imposible.
No le llamen Oriente Medio sino ?oriente miedo? donde hay tanta tensión
como para producir energía y que tengamos luz hasta dentro de tres generaciones.
Es terrible, ?¡mulá el último!? gritan desde Tel Aviv donde gobiernan unos intolerantes
primos de Jacob y de su gemelo Esaú, enfrente tienen a los nietos de Mahoma que manejan la ira como consigna directa. Dos pueblos obligados a convivir en el mismo espacio de territorio, una
catástrofe con fecha cierta. Si la globalización fuera el intercambio de culturas y sabores, todo perfecto,pero la crisis de Oriente le puede jorobar
sus vacaciones cada vez que acuda a un surtidor de gasolina. Y lo que es peor: enturbiar las relaciones
entre Occidente y el mundo árabe, (apenas dos tercios del planeta tierra por tanto). Y
todo por el secuestro de dos soldados israelíes, una reacción desmesurada que cuenta
con el apoyo de Estados Unidos que cita el derecho a la defensa. Cada vez que escucho
a Bush más me tiembla el futuro. Por un capricho del destino nacimos a este lado
del paraíso pero también podíamos estar en un hospital de Beirut, quiero decir
que la sangre no nos puede ser ajena. La tragedia del pueblo palestino es demasiado
para lo que dos mil años pueden aguantar.
La concordia puede venir por el lado de la lengua, hasta Pekín (Beijing para los
puristas) hemos exportado a una avanzadilla de la Universidad de Salamanca. Tal
vez cuando podamos hablar una lengua común se solucionen muchos problemas,
hay que universalizar el conocimiento para evitar la barbarie. Y quien dice una lengua
común está pensando en compartir comida, quien come en la misma mesa
nunca puede ser enemigo, quien comparte libros y memoria nunca es tu adversario.
De tal manera que, hoy, es un consuelo saber que
más allá de la línea de fuego en Israel, hay un grupo de personas que trabaja por fomentar el
entendimiento. Las bombas caen y el mal rollo sigue el protocolo de la guerra, pero a la vez hay
gente que trabaja para la paz. Será optimismo dominical o utopía necesaria
pero cuanto más feo se pone el paisaje más tenemos que confiar en el paisanaje.
La guerra es una mala palabra que nos hace ruines, donde más se ha sufrido mayor
es su rechazo. Decía Sánchez Albornoz que la historia de España era la de un continuo
enfrentamiento entre hermanos, por eso no nos gusta ni pizca el fragor de una
batalla. Tel Aviv quiere decir en hebreo: ?la colina de la primavera?, con ese nombre
no pegan las balas. Hágase la paz.

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