Entradas etiquetadas como ‘Adolfo Suárez’


Se busca consenso

abril 1st, 2014 - COLPISA/ VOCENTO - Sin comentarios

(“COLPISA“/VOCENTO, martes 1 de abril 2014)

Acabado el funeral de Estado en La Almudena es el momento de actualizar el verso de Bécquer: “¡Dios mío qué solos se quedan los vivos!”. Rajoy añora la figura de Suárez porque fue capaz de insuflar una ilusión colectiva que se ha perdido. Rajoy, Rubalcaba, y sus progenitores políticos, son los responsables de la degradación moral de nuestros representantes públicos. En Francia les han dado con la urna, aquí de momento les arrinconan con el desprecio, que es peor. Desprecio que se puede tornar en ira.
El único momento de tranquilidad lo vivieron en el Paseo del Prado cuando iban todos detrás del armón con el ataúd del ex presidente, cuando acabó el acto llegaron los pitos desde el público. En mentideros capitalinos se asegura que Rajoy y Rubalcaba tienen a medias un proyecto urgente de regeneración de las instituciones, desde la imagen de sus señorías a la de la Corona pasando por otros lugares que necesitan una restauración inmediata. Gobernar como si nada pasara, como si en la calle no hubiera un grave sentimiento de desprecio, sería una locura. En este momento apuntalar la democracia es más juicioso que sacar leyes y lo vemos con la propuesta del aborto de Gallardón o con la Ley de Seguridad Ciudadana. Aunque Rajoy dijo en Nueva York que él gobierna para la inmensa mayoría de la gente que no sale en el Telediario sabe que la imagen de España no puede ser antidisturbios repartiendo estopa.
Se busca consenso, por eso en los últimos días no hemos escuchado cruce de dagas entre PP y PSOE que ven con angustia como otras opciones les comen terreno. A ambos les interesa gobernar sin tener que buscar alianzas, en este momento no hay encuesta que les asegure mayorías sólidas a las dos grandes formaciones. Un Parlamento fraccionado es ingobernable, repiten de manera cansina, pero olvidan qué tanto de culpa tienen ellos por haber laminado el crédito político. Un gran gesto a la galería sería poner en la calle a los políticos condenados por corrupción, y apartar de manera preventiva a quienes han sido imputados. Sólo con eso se ganarían la confianza de muchos de sus votantes.
Huele a pacto que tira para atrás, a acuerdo secreto, por eso el Gobierno guarda silencio con la imputación de Magdalena Álvarez y tampoco ha habido portavoz del PP que haya criticado la reaparición en escena de Felipe González. La foto de Aznar, Zapatero y Rajoy en el pasillo del Congreso puede ser otra de las imágenes que quieren proyectar hacia el futuro. Si Suárez fue capaz de crear una ilusión colectiva ¿por qué no Rajoy que se tiene por hombre de centro? Cuando alguien recuerda que en las generales de 1977 se presentaron veintinueve formaciones políticas entran nervios y jindamas. En esta operación consenso está metido hasta Don Limpio. A pesar de la cacareada trasparencia el ciudadano no observa cambios y, en lenguaje de Esperanza Aguirre, está harto de “mamandurrias”.

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Del amor al olvido

marzo 24th, 2014 - OPINION OTR/ Europa Press - 7 Comentarios

(“OTR“/EUROPA PRESS, lunes 24 de marzo 2014)

Lo terrible de la biografía de Adolfo Suárez es que él olvidó que había sido presidente pero mucho antes España lo había borrado como político. En su caso fue la termita que se mete en el cerebro y arrasa con los recuerdos hasta hacerlos puré, en el caso de los españoles es el natural desapego que sentimos hacia quienes se han portado bien con nosotros; puestos a elegir el alzheimer de los españoles es más crudo porque no tiene solución. Muchos de los que lloran la pérdida de Adolfo Suárez le dieron la espalda y, por desgracia, sus verdaderos amigos que tampoco fueron tantos se marcharon antes que él. España usó a Suárez como trampolín para enterrar al viejo régimen pero una vez logrado el objetivo se le olvidó con celeridad y quedó fuera de la política mientras que muchos de los que él aupó siguieron instalados en ella.
A Suárez se le aclamó con griterío por las calles, tanto como al también joven rey Juan Carlos, pero luego se le catalogó entre los recuerdos del pasado porque no era necesario. Un final muy triste, en el CDS ratificó su salida por la puerta de atrás. Preguntarse ahora qué hubiera pasado caso de haber sido inglés, o francés, sería inútil porque era de Ávila, le gustaba jugar al mus y hacer tertulia con sus amigos entre ellos Sancho Gracia cuando se bajaba del caballo para dejar de ser “Curro Jiménez”. Suárez era un producto “made in Spain” en sentido puro, de otra forma no habría podido conectar con la sociología más profunda del país para que fuera perdiendo el miedo al cambio. Franco podría estar muerto pero el franquismo permanecía vivo y daba muestras de una excelente salud.
Las dos Españas se enfrentaron por primera vez en las urnas, y no en los ruedos como Joselito y Belmonte, recuerda Alfonso Guerra que algunas señoras pedían en el colegio electoral “la papeleta del guapo con corbata, o la del guapo sin corbata”, (Suárez y Felipe). Un enfrentamiento que el viejo régimen contempló anestesiado, Suárez supo hacer perfectamente el puente de reconciliación con la izquierda, hasta legalizó al PCE y provocó que Carrillo se quitara la peluca con la que había cruzado la frontera. También supo equilibrar a las fuerzas emergentes de la derecha civilizada y liberal que nada tenían que ver con los arrebatos de furia de Blas Piñar y Fuerza Nueva.
En definitiva protagonizó el mayor cambio en la historia moderna de España, transitó por la delgada línea que separa el pasado con la actualidad real de la calle. Nos sacó del pozo del siglo XIX en el que nos había metido el franquismo. Se le amó, mucho, y se le olvidó todo. Hoy se le recuerda con afecto como no podía ser de otra manera.

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Suárez y la tribu

marzo 24th, 2014 - COLPISA/VOCENTO - Sin comentarios

(“VOCENTO“/COLPISA, lunes 24 de marzo 2014)

Cuándo Adolfo Suárez es elegido presidente del Gobierno era un perfecto desconocido para la opinión pública pero, a su vez, era un perfecto conocedor de la estructura del régimen que aún permanecía en activo, su padrino Herrero Tejedor le había mostrado las entrañas por dentro. Un régimen, sobre todo el de Franco, es un monstruo diseñado para funcionar por sí mismo aunque esté su protagonista bajo una losa de mármol; podía estar muerto el dictador pero las instituciones estaban en plena actividad y no mostraban señales para dejar de estarlo. Suárez conocía el paño porque había sido ministro responsable del Movimiento con Arias Navarro, tenía claro que sus pasos se iban a observar con lupa y que la conocida por “lucecita de El Pardo”, (una leyenda urbana que atribuía una incansable actividad vigilante de Franco durante su insomnio), permanecía encendida. En semejante contexto inició el tímido avance hacia la modernidad llevado con pequeños golpes de timón.
Entre Suárez y la tribu franquista había una relación tensa porque era demasiado joven para ser presidente, tenía 43 años en 1976, recelaban de él porque no era de los de correaje y mirada imperial. La tribu eran jueces poderosos, militares de alta graduación que habían hecho la Guerra Civil, alcaldes franquistas que se mantenía en el cargo. Si unes estos factores y los presentas en un power point en una escuela de negocios nadie daría un duro por el presidente Suárez, estaba claro que la tribu acabaría devorándolo sólo era cuestión de esperar unos meses. Aquel joven abulense de buena planta y mejor oratoria iba a acabar entre los leones más temprano que tarde. Y aquí es donde supo manejar al timón con pulso firme, cualquier equivocación le hubiera costado un disgusto pero Suárez hace dos movimientos sabios, el primero es aproximarse al rey Juan Carlos y a la vez tener cerca al teniente general Gutiérrez Mellado que le pacificaría las conspiraciones de las salas de banderas en los cuarteles. La importancia de la amistad con Gutiérrez Mellado es básica; desde nuestra sociedad del siglo XXI en la que ni siquiera existe el servicio militar obligatorio es difícil tener una idea de lo que era “el ruido de sables”, (y bien que lo hubo). La complicidad con el rey fue total y dicen que llegaron a compartir mesa en largas partidas de mus, con copa y puro.
Cuando Suárez toma posesión las Cortes estaban llenas de diputados franquistas monocordes que de la añoranza hacían su razón de ser, mientras más se aferraran al pasado menos tendrían que temer y es aquí donde el nuevo presidente toma la iniciativa de abrir las ventanas, llevar la luz hasta el fondo de la cueva y citar a Antonio Machado en el Congreso, (“ni está el mañana ni el ayer escrito”). Su habilidad de alumno aventajado del flautista de Hamelin fue la que embobó a los franquistas hasta llevarlos al sumidero de la Historia, nunca antes un régimen había votado hacerse el harakiri y eso fue lo que pasó cuando se aprobó la Ley de Reforma Política, la puerta de entrada para el cambio y el adiós definitivo a las estructuras sostenidas por las Leyes Fundamentales del Movimiento que eran la constitución franquista que sostenía la legalidad vigente. Los dinosaurios, hipnotizados por Suárez, aceptaron de buen grado darse un tiro en el pie, a partir de ese momento se abría un periodo nuevo de incertidumbre pero cargado de emoción y en el que los señores del bigote y el brazo en alto no iban a contar para nada.
Por supuesto que con la visión benévola que da la distancia podría parecer que fue un camino de rosas, y no fue así. Los reaccionarios nunca aceptaron que se les había parado el reloj, que se habían hecho viejos y que la nueva sociedad que se construía de la nada no les aceptaba como compañeros de tertulia. A Suárez le pusieron a parir, soportó mil zancadillas, le llamaron hijo de Satanás, traidor a gritos, pero ya era tarde porque España salía del blanco y negro para entrar en la era de un color tímido. Por las pantallas de TVE se podían ver las aventuras de Curro Jiménez que era un bandolero bueno que practicaba españolidad contra el invasor francés por los caminos de Sierra Morena. Sin que se notara en exceso, y sin pedir cuentas al pasado, la sociedad cambió sin darse cuenta de que mutaba.
Poco le importó enfrentarse a la tribu con tal de hacer desaparecer a la vieja casta franquista que nunca le perdonó que abriera el camino de los partidos políticos. Por asombroso que parezca aquel señor de Cebreros, conservador en formas y antiguo ministro de Arias Navarro logró que tiempo después se legalizara el PCE. Tantos cambios y en tan poco tiempo logrados a base de no pocos cafés y el humo de innumerables paquetes de tabaco.

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