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Temperamentos y temperaturas

febrero 1st, 2011 - Sin categoría - Sin comentarios

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Cualquier manual de cocina, (me refiero a los que se escribían hasta que se inventó la llamada “cocina creativa” que desmenuza la patata con hidrógeno líquido y la convierte en tortilla de gas), sostiene que para tomar la temperatura del pavo es necesario introducir un termómetro en su cuerpo, obviamente por el único lugar que tiene disponible el pavo en su condición de animal entregado en el horno.
Salvando las distancias entre pavo y candidatos lo cierto es que mientras no hay urnas la única manera de tomar la temperatura política son las encuestas. Al presidente del Gobierno le incomodan, por eso afirmó ayer que Rajoy gana en las encuestas pero tendrá que esperar a las urnas. Las encuestas estorban a Zapatero en su proceso de recuperación económica, y política. Lo cierto es que todo aquello que desvíe la atención del objetivo de crecer en el segundo semestre del 2011 le parece una aberración neoliberal que viene a corroer los cimientos del Estado. Algún asesor debería decirle que renunciar a la batalla diaria por confiarlo todo al futuro es un riesgo elevado para un gobernante en crisis, (tanto él como la nación). Las encuestas no son, efectivamente, la verdad absoluta revelada por un rayo de luz divino que se refleja en una zarza flamígera, pero sí valen de indicador social. Y, de momento, lo que dicen es que el personal está bastante harto del presidente del Gobierno y que confían en otras alternativas dentro y fuera de su partido. El mayor beneficiado es Mariano Rajoy que para eso lleva siete años trabajándose la oposición, (bien es verdad que con baches de entusiasmo), pero dentro del PSOE el presidente se encuentra con “enemigos íntimos”. Debe ser muy duro para quién se cree en posesión de lo cierto y verdadero comprobar cómo Alfredo Pérez Rubalcaba, o Carmen Chacón, se colocan por delante en la intención directa de voto entre partidarios socialistas consultados. También debe ser muy frustrante cuándo le pasan los datos de audiencia y comprueba que sus entrevistas no sólo no aportan “share” si no que bajan la media de la cadena hasta hacerle un roto al presentador que se atreve a sentarse delante de él.
Zapatero puede hacer dos cosas: o ignorar la temperatura que tiene el pavo en el horno, y por lo tanto dejarlo que se chamusque mientras jura que está crudo, o leer las encuestas y adelantar su debate sucesorio. No hace falta que se inmole junto a sus principios, entre otras cosas porque se iba a quedar muy sólo cuándo pida que los demás le acompañen en el proceso.
En cuánto pasen estos hielos nos metemos en primavera y en las elecciones de mayo que amenazan tormenta socialista. El horno sube de temperatura, cualquiera menos Zapatero se da cuenta del color que ha tomado el pavo.

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Aquí no hay quién viva

noviembre 30th, 2010 - Sin categoría - Sin comentarios

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Menos mal que nos queda la ficción. No es casualidad que la serie más vista de la década haya sido “Aquí no hay quién viva”, seguida de cerca por las aventuras de la familia de “Los
Serrano”. Nada hay que nos quede más cerca que un buen lío en la comunidad de vecinos, ese argumento nos une por igual y supera las barreras idiomáticas regionales. Y, en cuánto a “Los Serrano” cualquier persona que esté casada en “segundas náuseas”, (como decía Zoé Valdés de sí misma), y con hijos de su anterior relación sabe lo que es un lío familiar a la hora del desayuno en la cocina. Nuca mejor dicho: cada uno de su padre y de su madre. La teoría del caos es cierta y se cumple cada vez que uno sale al colegio con unos niños que han olvidado la carpeta de los deberes en casa.
Pero al margen del guión, del trabajo de los que piensan los personajes y cruzan las tramas para hacerlas atractivas, hay que reconocer el acierto del título de la serie de los vecinos. Así como en pleno franquismo Antonio Mercero inventó “Crónicas de un pueblo” y lo clavó, (éramos un pueblo de luto pendientes de la trompetilla de un alguacil que iba en bicicleta), el título de “Aquí no hay quién viva” es perfecto para nuestros días. Hemos conseguido grandes espacios urbanos en los que, efectivamente, no hay quién viva. Y esa manera de malvivir se ha contagiado a lo rústico, las casas rurales se llenan los fines de semanas de urbanitas cabreados porque no tienen cobertura de teléfono 3G, y porque no encuentran en la mesilla el botón para apagar el canto del gallo cuando se despierta por la mañana. Urbanitas que quieren disfrutar del campo echando humo oscuro por el tubo de escape de su todo terreno y fumando en el pinar. Antes éramos nosotros los que pasábamos por el paisaje y su contemplación nos modificaba; ahora es justo al revés.
No hace falta prolongar nuestros temores en la lejanía del cambio climático, con lo que vemos todos los días tenemos bastante. En esta incomodidad de las prisas, los empujones, los atascos y los urbanitas de fines de semana me gustaría ver a Al Gore realizando algún estudio. No hace falta darle pábulo a los profetas más plastas para experimentar en carne propia que las mejoras tecnológicas no han ido a la par de la felicidad del hombre. Esos inventos que venían a mejorar nuestra calidad de vida en no pocas ocasiones nos han hecho la puñeta. Aunque parezca mentira hemos podido vivir sin teléfonos móviles y sin aviones de dos plantas que cuando vuelan producen eclipses dado su tamaño.
El epitafio del urbanita acelerado ha cambiado, ya no es el tradicional RIP, ahora con poner OFF todo el mundo entiende que ese abonado ha cambiado de vida, o lo que es lo mismo está fuera de cobertura.

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