Celos publicados

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

La mujer de Berlusconi era alguien sin nombre hasta que ha publicado la venganza impresa. Ha pasado de discreta acompañante del político a militante activa de la guerra de los sexos, y todo porque ?il cavaliere? es un bocazas. Berlusconi tiene el sexo encendido y aprovecha cualquier ocasión para morder con su lengua lo que no puede morder con sus dientes.
En una cena de gala se pasó tres pueblos del Piamonte y le miró el escote a las recauchutadas rubias de acompañamiento. A Berlusconi se le pone cara de cateto en un cabaret de Quique Camoiras cuando ve una silicona rematada en punta. Su mujer se ha hartado de estar casada con el chulo de la feria, de ahí que haya llevado los celos a la rotativa y de ahí a la vergüenza pública.
Es posible que ahora el despechado se pase a la canción ligera o se apoye en el quicio de la mancebía veneciana, donde todos los canales son autopistas para la lujuria húmeda. El final de un hortera siempre es su propio espejo.
Y, como estamos en la sociedad de Gran Hermano, lo que pase tiene que ser emitido por televisión. Incluso si se lo propone la mujer de Berlusconi puede encontrar a un patrocinador que le pague un programa en el que cantar las verdades del gondolero. El oficio de futuro es ser polígrafo, allí vamos a ir a parar todos, a la máquina de la verdad, a mentir como Berlusconis los piropos que se dijeron entre dientes y haciendo que no mirábamos a ninguna parte.

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