La última mujer muerta

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

En el informe Picaso, redactado para solventar las responsabilidades del Desastre de Annual, se detallaba como las cábilas al servicio de Abdelkrim le cortaban los testículos a los soldados españoles muertos y luego se los metían en la boca. Era una crueldad añadida en una guerra canalla librada en el norte del Rif en el primer tercio del siglo XX. Lo que contaba el general Picaso era tan estremecedor que Primo de Rivera dio un golpe de Estado, (llamado ?dictablanda?), para ocultar las consecuencias del informe antes de que fuera pública la imagen de aquellos españoles mutilados y dejados al amparo de los buitres. Una atrocidad de sangre y locura de la que tuvimos conocimiento muchos años después.

La ceremonia macabra de las tropas del líder bereber han sido superadas este fin de semana en Mejorada del Campo donde un hombre ha matado a patadas a su antigua pareja. Para calcular la infamia hay que pensar en cuántas patadas hay que dar en un cráneo hasta volverlo plastilina y deformar el rostro de una mujer.
Uno espera que esta muerte sea la última en la locura de los asesinos de mujeres pero nunca se sabe.

Igual que la DGT detalla las terribles consecuencias de los accidentes, lo ideal es que la condena para el asesino fuera convivir de por vida con los huesos que crujían en una acera manchada de gritos y vísceras. La víctima clamando ayuda y el verdugo embotado en ira, borracho de venganza, alejado de toda piedad.

Sus huesos frágiles y su corazón se separaron de la vida para siempre.
Ella murió sin tener por qué, igual que aquellos soldados cuyos huesos mal enterrados siembran de pavor las cunetas de los caminos que llevan a Melill

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