Una alegre manera de palmar

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

La pena negra, otra vez el equipo que hace felices a los demás; traiga usted su crisis al Manzanares que se la apañamos en treinta segundos. Todavía no se había colocado las espinilleras el ángel de la guarda cuando Raúl metió el primer gol; total, esa película ya la habíamos visto, la última vez la protagonizó Ronaldo en el Bernabéu. Gloria Fuertes, que también era atlética, habría acabado un verso diciendo: ?¡qué leche!?. Tras el gol apenas quedaban noventa minutos para sufrir, (hasta el embarazo de las elefantas dura menos, y eso que son dos años de gestación). Aquello era morir a fuego lento, o cómo pretender que una mariposa mueva el culo de un elefante. Los hay que se encierran en un monasterio para interiorizar sus vidas, y también están los que tienen abono en el Calderón para buscar la salvación de sus almas? puesto que su cuerpo tiene menos alegrías que un sherpa nepalí cuesta arriba.
No fue la noche de Pablo, y sí la de Casillas, más regular que el AVE, (si le meten un gol te devuelven la entrada en una oficina que ha montado Ramón Calderón en Concha Espina). Hubo un equipo que lo dio todo: el Atlético; y otro que se lo encontró todo, feo está señalar por si fuera tomado como revancha en tinta. El balón y el juego eran del Atlético pero los goles los ponía el Real Madrid, ingrato reparto de funciones pero el cielo está lleno de injusticias y de gente que llegó antes de tiempo, (casi todos enfermos de coronarias rojiblancas, un colesterol muy malo). Dicen que la tradición manda palmar ante el empuje merengue, pero al seguidor del Atlético le empieza a cansar lo de poner la otra mejilla. Por desgracia, ni aunque el partido hubiera durado noventa días con sus noventa noches, habría habido una ocasión para la fe en la victoria. Dos tiros al larguero, memorables galopadas del Kun, el ímpetu de Forlán entrando en el área como un poseso, el clamor del estadio, batir de bufandas y el sursum corda en trineo, todo para morir en la orilla. Hay que buscar en los archivos del club si Soren Kierkegard escribió el ?Tratado de la Desesperación? después de una temporada como abonado. En el recientemente inaugurado Museo de la entidad hay un muro de las lamentaciones que, para mayor sorna, no es de ladrillo rojo sino de cal muy blanca. Cal viva de la que escuece en los ojos.
Ellos tienen el gol, nosotros la poesía. No todo es el resultado. Si tanta prisa tienen, ¡pues que ganen y ya está!… (?Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio?, Serrat).

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