Comandante Aguirre

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Dos horas de discurso como dos soles. A Esperanza Aguirre sólo le supera, (en dialéctica ininterrumpida), una perorata de Fidel en la Asamblea cubana el 26 de febrero de 1998; fue cuando Raúl Castro se acercó a la tribuna para decir: ?comandante, dentro de cinco minutos llevarás siete horas?. Y Fidel respondió: ?¿yo?, no estoy cansado?, y tiró veinte minutos más. Aguirre no estaba cansada pero si revolucionaria, de tal modo que provocó cierto vértigo de propuestas encadenadas, quizá por eso Manuel Cobo movía la cabeza con la privatización del Canal de Isabel II, (igual era un rictus comprensible. No todo el mundo sabe aguantar el tipo en posición orante como Gallardón, o al ralentí de motor diesel como Núñez Morgades).
Dos horas dan para muchas miradas cruzadas en la Asamblea. Algunas posiciones son clásicas, de nuevo Jose Ricardo Martínez y Javier López juntos, (Martínez y López son como Fernández y Fernández, un ?pack? sindical). Tomás Gómez en la tribuna de invitados; en la misma hilera se mezclaban David Lucas, Álvarez del Manzano y Ana Botella, (eso sí que es un grupo mixto heavy-rock). Dos filas más arriba la diputada nacional del PP Cayetana Álvarez de Toledo que disfrutó sin disimulo, y alejado del mundanal ruido Eduardo Sotillos al que le cayó un rayo de luz angelical porque los astros no se detienen cuando la presidenta habla. Una luz muy de cuadro de Fray Angelico, Sotillos tocado de la mano divina, a su edad y de angelote. En la arena, allá abajo donde los diputados se mueven en libertad, destacaba un ausente Alfredo Prada que fue pero no estuvo. A Juan Soler le van a quitar puntos en el carnet del PP porque cuando todos aplaudían la decisión de la presidenta de congelar sueldos, él se río. Molesta más un cachondo que un disidente.
Luego, en los pasillos, de nuevo un aluvión de cámaras que sólo permite a Esperanza Aguirre moverse bajo el palio de las declaraciones. Allí le volvieron a preguntar por el Canal y entonces se escuchó un ruido seco, un golpe fuerte. Alguien dijo: ?¡Ildefonso de Miguel, el gerente, que se ha desmayado!?. Pero cuando el ujier iba a por las sales se dieron cuenta de que había sido un golpe en un banco de madera. Porque en dos horas crujen hasta los bancos, los de Estados Unidos y los de Vallecas.

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