Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Así que era esto. Tanta emoción, tantos nervios, y lo hemos ido a descubrir cuando el fútbol español es centenario. Y pensar que otros como Argentina. Italia, Francia, Alemania o Brasil nos llevan lustros de ventaja en disfrutar sin complejos del juego de su selección. Caramba lo que nos hemos perdido por haber sido “el equipo que hacia felices a los demás”, la Armada Invencible en pantalón corto que se despeñaba en las expediciones que emprendía con quijotesco destino. Conste que lo intentamos, hasta hubo un Mundial en España en el 82 de infausto recuerdo para Naranjito y el resto de parafernalia que se nos fue, (otra vez, ¡ay dolor!), por el puñetero desagüe de nuestras frustraciones.
En cambio este equipo es capaz de aglutinar y de emocionar a partes iguales. El “share”, como el algodón, no engaña y nos dice que los partidos de la selección son los programas más vistos hasta en los barrios más nacionalistas que renegarían haber saltado cuando Iniesta encara la portería contraria. A corazón grande, pantalla gigante para ver a Torres y a Casillas como si fueran actores de Hollywood. Y si ellos tienen vuvucelas aquí tenemos ganas de gritar “¡A por ellos, oé!”, un coro de voces que tendrá su efecto mariposa en la otra parte del planeta.
Hay confianza en este equipo y el deseo de que igualen la hazaña del Europeo cuando Torres hizo un gol que nos metió en la Historia por una puerta roja. Es verdad que llegamos tarde pero eso, ahora, ¿a quién le importa?, lo que cuenta es que podemos volver a soñar despiertos.
Durante estos días se van a ver más banderas españolas que en un desfile, y mientras el Constitucional no diga lo contrario llena más la boca gritar “¡España, España!” que invocar “¡Nación, nación!”. Nada más corriente que la normalidad de los comportamientos y la espontaneidad de las acciones. Algo de narcotizante también hay en este fenómeno que mitiga las heridas de una crisis durante los días que dure el Mundial, (esperemos ser los últimos en salir de Johanesburgo porque será señal de que hemos llegado al podio). Esta tarde buena parte del país se parará, hay verdadera curiosidad colectiva por ver a la Sinfónica de Del Bosque tocar el cuero. De nuevo es el deporte la válvula de descompresión social que libera tensiones. Parecerá que estamos de huelga, pero todavía no, será porque ha empezado a rodar el jabulani que es ese balón que nos tiene que llevar a la gloria a patadas.
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