Cuerpos incorruptos

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Para llegar a viejo no hace falta llevar una vida sana, basta con tener un nieto desahogado que oculte el cadáver el abuelito para cobrar la pensión. Los primeros que se dieron cuenta fueron los japoneses que estaban bastante mosqueados con tanto veterano de la II Guerra Mundial hasta que una inspección les aclaró que la mayoría criaban malvas pero seguían recibiendo derechos pasivos. Pero al igual que muchos periodistas no dejan que la realidad les estropee una buena noticia, también hay nietos que no reconocen a la muerte cuando hay que cobrar la pensión. Ha habido casos que mezclaban el más allá con los trabajos manuales puesto que congelaban, (y descongelaban), el dedo del difunto para estampar sus huellas digitales en un documento una vez al mes. Con una buena dosis de falta de escrúpulos y mucho cuidado con los cortes de la luz se han cometido fraudes espectaculares.
En Grecia han aprendido de Japón y tampoco se creen que el censo de longevos supere la barrea de los cien años de una manera tan abultada. La Hacienda helena sospecha que algunos de los pensionistas más veteranos pudieran participar en la batalla de las Termópilas y seguir cobrando una pasta gansa del erario público, ni un mal catarro ha podido con ellos. No ha colado que alegaran que el pariente luchó junto al general Temístocles y aún estuviera con vida. No creen que todo se deba al “groña que groña” del yogur y sospechan que algo de trampa hay detrás de unos falsos centenarios a los que nadie conoce. Con la excusa de que el abuelito está cansado y no sale a la calle, algunos viven del cuento que en este caso se puede traducir del griego como “llevárselo muerto” sin ningún género de contemplaciones.
Esta sociedad dónde a los mayores se les recluye en centros para que no estorben en casa, y se esconde a los ancianos porque no resultan estéticos, ha encontrado una manera de hacer rentable su condición. Visto lo ocurrido en Japón, y en Grecia, quizá cuando Celestino Corbacho acabe de crear esos innumerables cursos de formación, (para desviar la cifra de parados), pueda fundar una brigada de inspectores de centenarios españoles. Tal vez nos encontremos con algunas sorpresas porque a efectos de cobrar la pensión todavía siguen vivos los últimos de Filipinas, y según sus parientes con una salud extraordinaria, hechos unos chaveas, unos pimpollos de la tercera edad que se lo gastan todo en cremas.

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