La Roca de la mentira

(“COLPISA/VOCENTO“, 29 de mayo. 2012)

En la bahía de Cádiz lo peor que se puede ser es ciudadano honrado porque pagas impuestos y no te hacen ni puñetero caso; en cambio si eres narco, si conduces planeadoras, si tienes sociedades opacas, si comes más por la nariz que por la boca, y te las das de chalet estilo Miami en Sotogrande, el campo de Gibraltar se promete como un territorio encargado de esperanzas y pingües negocios.
En aquella zona Alí Babá tiene abierta en la zona la mayor sucursal que se le conoce con oficinas en el Peñón pero también en La Línea, (los piratas son únicos para hacer negocio en dos orillas, se lo toman todo de manera muy profesional). Y de vez en cuando un ministro español agita el conflicto y se sube a la reja para gritar: “¡Gibraltar español!” pero luego nada porque las tonterías pasajeras no tienen la mayor importancia. En realidad a España el Peñón se la ha traído al fresco desde tiempo inmemorial, desde Utrech a Belén Esteban para ser más exactos. En ninguno de los programas electorales de la pasada campaña se podía leer una línea sobre el asunto. Se nos da muy bien despotricar pero somos incapaces de buscar una solución inteligente que vaya un paso más de una riña de patio de vecinas y que satisfaga también a los llanitos, (un territorio no se resuelve como si fuera una OPA por absorción). En este momento lo que tenemos es una bronca verdulera y no una respuesta diplomática; creer que estar a este lado de la verja te la da la razón es de una simpleza palmaria. Lo de Guadalete sí que fue una batalla pero desde el 711 con el rey Rodrigo hasta la fecha no hemos dado un paso acertado.
Seamos sinceros: en Gibraltar se calcula que hay el triple de sociedades que de ciudadanos, más monos que sabios, más posibilidades de trabajar para el mal que de ser empleado del bien. Se estima también que allí la droga hace escala para entrar en Europa, (por cierto no sería posible sin la inestimable ayuda de algunos paisanos nuestros que ejercen de camellos). Bobbies y bobos los hay en todas partes, no nos vayamos a engañar con falsos patriotismos que se ponen a hervir cuándo conviene en el Palacio de Santa Cruz. Ya en su día el difunto Francisco Fernández Ordóñez temió que el GIL hiciera un trato con el Peñón para usar la Roca como cabeza de puente de sus fechorías enmascaradas dentro de unas siglas políticas.
A España nunca le ha importado Gibraltar en serio, no vengan ahora a montar un numerito que suena antiguo. Lo que queda a este lado de la verja no es tampoco un lugar de ejemplo de gestión política y de mejoría económica en plena crisis mundial. Gibraltar ha sido la excusa, lo vuelve a ser otra vez, pero no olvidemos que los piratas también hablan español.

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