Un pueblo

(“La Gaceta de Salamanca“, domingo 8 de septiembre, 2013)

Ser de pueblo no se elige, al menos a mí no me preguntaron, pero pasado el tiempo te das cuenta de que tienes un tesoro sentimental que te apoya en los momentos difíciles. Algo de eso sospechaba pero lo he podido comprobar con la iniciativa de votar a un pueblo que lleva a cabo LA GACETA DE SALAMANCA. Al margen de movilizar a poblaciones enteras unidas por una buena causa: pasarlo bien juntos, la idea ofrece estampas fotográficas que de otra forma se perderían. Ya me hubiera gustado que quedaran restos gráficos del calderero que conocí, o del herrero que repicaba machacón sobre el metal candente, o de aquellos monaguillos barrocos en exceso que acompañaban al cura cuando salía a dar la comunión.
Si eres niño y tienes un pueblo eres doblemente niño, has tenido suerte. Se nota en las fotografías en las que los pequeños, los carritos de bebé y las bicicletas se colocan en primera fila porque eso es básicamente un pueblo: un lugar para crecer aunque por desgracia muchos acabáramos emigrando por imperativo vital. Pero marcharse no es irse del todo, dejemos las cosas claras porque a los cinco minutos de regresar vuelves a ser parte integrado de su paisaje.
A los pueblos hay que quitarle la carga de ñoñería que los anuncios de café descafeinado se encargaron de dejar, no todos son hermosos, no todos son remansos de paz pero nos pertenecen. Un pueblo se visita con los ojos pero se conoce por el estómago y así nos enseñaron a comer nuestras abuelas que fueron la correa de transmisión de una herencia de paladar que viene de cuando ni el moro había subido por el Guadalete. Comemos, sin saberlo en ocasiones, platos que mezclan culturas y son la gloria de nuestro patrimonio familiar. Ese largo cordón umbilical que va de tripa en tripa de nuestros antepasados también es parte de un municipio.
Hay nombres hermosos, otros que son una venganza la verdad. Me contaba Tico Medina que a Pablo Neruda le gustaban algunos nombres de pueblos españoles y que en las charlas que mantenían ambos era fácil que intercambiaran uno por otro. Si quieren hacer el juego les advierto que Chile nos gana en nombres bonitos por goleada, por ejemplo Puerto Toro que está al sur del sur. Neruda, sí, ese poeta, Premio Nobel, al que el alcalde de Villamayor de Calatrava, Ciudad Real, le quitó la calle porque “no era una persona conocida”. Estas cosas también pasan en los pueblos.
Será estupendo saber qué pueblo gana la votación pero ha sido mucho mejor ver la iniciativa. Dentro de unos años esos niños, ya adultos, se buscarán en las fotos. Habrán cambiado sus vidas pero no tanto el olor a pan o el sonido de las campanas.

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