El difícil arte de hablar mientras se ‘está en el candelabro’

Por: RAFAEL ALBA
El periodista Rafael Martínez Simancas disecciona en su nuevo libro algunas frases desafortunadamente célebres

“Estoy en el Candelabro y otros Nardos de la Palabra”, (Editorial La Esfera de los Libros) es el primer libro de Rafael Martínez-Simancas, periodista habitual en las páginas de El Boletín y de El Mundo. Rafael lleva 20 años trabajando en la radio y siente especial devoción por algunas cosas que ha oído y que ha leído. El libro es mordaz, burlón, irreverente y cómico en su sentido más literal. Se incluyen comentarios de actores, políticos y personajes que han copado la actualidad con una frase corta que ha calado en el inconsciente colectivo.

-¿Es tu primer libro largo?

-Es mi primer libro en solitario, antes había firmado el epílogo de “La Hora de los Fósforos”, en sus dos ediciones, un libro que reúne lo mejor de las llamadas de los oyentes en el programa de Carlos Herrera, en Onda Cero. Y también había hecho el prólogo de “Hasta Luego Caperucita”, un libro de la escritora catalana Assumpta Roura. Tenía ganas de hacer algo por mi cuenta y creo que he encontrado un filón con estas joyas del \”pensamiento\” universal. Todos, absolutamente todos, hemos soltado alguna vez una frase estupenda que luego analizada con detalle nos lleva a la vergüenza más absoluta. Lo que hago en el libro es analizar, desde el punto de vista tanto lingüístico como formal, la frase completa. Es un comentario de texto divertido e irreverente, de esos hicimos muchos cuando estábamos en COU (curso preuniversitario).

-¿Hay mucha diferencia entre escribir para esta larga distancia y la técnica de las columnas?

-No encuentro que haya gran diferencia entre trabajar una columna o escribir un libro, en ambos casos debes tener la capacidad de mantener la tensión hasta el final y que el ritmo no decaiga. Además, he procurado que el libro tenga el espíritu burlón e “iconoplasta” (“palabro” inventado por mí) desde que empieza hasta que termina. Y en contra de lo que pueda pensar mucha gente, es más cruel, más arriesgado, comprimir una idea en 20 líneas (una columna), que en varias páginas. Por lo tanto lo importante es la idea y luego ya veremos que formato se le otorga.

-¿Cuánto tiempo te ha costado recopilar las perlas lingüísticas que incluyes en el libro y realizar los sesudos análisis posteriores?

-Pregunta por pregunta: ¿cuánto tiempo has tardado en encontrar a la mujer que amas?, ¿toda la vida? Pues con las ideas pasa lo mismo, bien es verdad que luego tiene que aparecer el instante oportuno para plasmarlas en forma de libro, o de artículo. Las ideas son satélites que giran por nuestras cabezas, a veces las atrapamos pero en la mayor parte de las ocasiones nos conformamos con verlas pasar. Desde siempre me han fascinado las declaraciones de los futbolistas, esas bobadas dichas con criterios de trascendencia, siempre dicen lo mismo pero las repiten a todas horas. Luego me pasmé con algunos políticos y más tarde comencé a disfrutar con la letra de la revistas del corazón. Muchos pasan por alto las declaraciones y se meten en las fotos, directamente, y hay que observar con detalle porque ciertas frases son antológicas. Por lo tanto llevo años en la cocina de los \”nardos\” en la palabra.

-Analizas frases de distintas épocas… ¿Crees que la tendencia a darle patadas al idioma se ha incrementado en los últimos años?

-Puñaladas al lenguaje se han dado desde que el hombre fue capaz de articular un rudimentario sistema de comunicación, no creamos que ahora somos más malvados que antes. Lo bueno de estos días es que la famosa “aldea global” de Mc Luhan funciona. Uno dice una bobada muy gorda en Pakistán y al cabo de medio minuto la rebotan las agencias en todo el mundo. Los mandatarios de la antigüedad se libraron porque no existían las modernas tecnologías, entre ellas Internet. Del pasado recuerdo la frase que se le atribuye a Eugenia de Montijo, la última emperatriz de Francia que vino a morir al Palacio de Liria de Madrid. Después de varios meses sin abrir la boca, dijo \”hace frío\” y murió. Sin duda una estupidez de la que no guardamos constancia audiovisual. Y anda que debía ser bueno Cristóbal Colón soltando por esa boquita, hasta que vio la costa. No es que hoy tengamos una colección mayor de bobos, una suerte de ONG de la estulticia sin fronteras, es que ahora los vemos más. Y también que la aparición de pequeñas televisiones ha provocado la demanda de opinadores, de tertulianos, ahí existe una mina del pensamiento universal. Hay cada uno/a que debería estar protegidos por la Unesco como bien de interés escasamente cultural.

-¿Temes una reacción airada de los damnificados por el libro?

-¡Sin duda!, uno escribe con la intención de provocar reacciones. La diferencia entre una guía telefónica y un libro de humor es que en el primer caso el señor Pérez no se molesta porque su nombre aparezca. Pero no olvidemos que se trata de h-u-m-o-r, por lo tanto algo inocente, en todo caso espero que cuando lean el libro la reacción airada se transforme en sonrisa cálida. A ninguno de los personajes los trato con ira y mucho menos con falta de respeto. Me parece que son creadores de opinión, a su estilo, sus frases son las que más se repiten por las calles. Idea simple, mensaje profundo, esa es la ecuación.

-¿No ha desarrollado un poco de ternura hacia los autores de las frases al realizar sus autopsias lingüísticas?

-Bien visto porque son autopsias en muchos casos. Siempre me he preguntado si el forense se enamora de sus víctimas, a fin de cuentas es una relación muy estrecha? y sin ropa. Claro que me parecen gente entrañable, todos han construido una idea feliz con la intención de aportar su pensamiento al resto del mundo.

-¿Te sientes un poco deudor del maestro Lázaro Carreter?

-Me siento más lector que deudor. Sin duda que Lázaro Carreter habría sido más ingenioso y más malvado que yo. Cuando leí su obra \”El Dardo en la Palabra\”, en la que nos daba un repaso al oficio periodístico, pensé que también era bueno aplicarlo en otros sectores. El maestro Carreter ha hecho más por la unidad de la lengua española que 1.000 kilos de libros. Su labor en defensa de la ortografía y de la sintaxis la veremos recompensada cuando pase el tiempo, quizá ahora sea pronto. Lázaro Carreter está presente en nuestro quehacer diario de una forma muy directa y encima era un genio modesto. En su caso sí que es una lástima que una vida sea tan corta.

AMERICAECONOMICA.COM
MADRID, 18 de junio de 2004

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