Tócala otra vez, Chan

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Estimado delincuente oriental: te han pillado con el carrito del helado, con las manos en la masa y el walkman en las orejas.¡Membrillo, que eres un membrillo!, con semejante negocio lo normal es que te cogieran, sólo hacía falta seguir la pista de los mochileros para dar con tu fábrica de sonidos chungos. Tan poderosa era la maquinaria y tan sofisticada la tecnología que a uno le entran dudas de si era una fábrica de top manta o preparabais una opa hostil a una discográfica japonesa. Entre vuestro negocio ilegal a todas luces y Operación Triunfo os habéis cargado la carrera artística de buenos músicos, si las guitarras disparasen os ponían en el paredón a recibir una descarga de corcheas. Prueba de que la cosa iba bien es que os han pillado en un piso del barrio de Salamanca y en un «chalete» como Dios manda: a todo lujo, con pedazo de equipo de sonido que ni los Stones cuando van de gira.

Xham-pu es el nombre que le ha dado la policía a la operación, (estos también se quedan solos cuando bautizan sus acciones, hay que premiar al talento del comisario que nos proporciona momentos de felicidad). Podía haber sido Operación Xhim-pun, o Chan-seacabó, o Chan-Chin por nombres no va a quedar que para eso manejamos una imaginación de viejo hidalgo castellano. Este Xham-pu me parece que era para la caspa. Un año han estado tras la pista del comando amarillo que luego se dividía en varios camellos mochileros que se convertían en puntos de venta, atención directa al consumidor a pie de calle. Eso, amigo Chan, ni está bien ni es bonito. La Ley no contempla el delito de mal gusto, no es un tipo penal por desgracia pero debería serlo. Hacer miles de copias de canciones de baja calidad debe tener su castigo moral también, que una cosa es acercar la música al pueblo y otra intoxicar a los pobres consumidores con bazofia maquinera.Me apuesto diez contra uno a que en la fábrica no hay un puñetero disco que valga la pena. Contaminación podría ser otro concepto para empurarte, amigo Chan. Quién pone en circulación copias de música de dudosa estofa emponzoña el aire, pobre capa de ozono. Por tu culpa miles de atolondrados llevan la música a toda pastilla en sus coches, miles de gili-mantas se muestran orgullosos del último hit en los parques del ilegal pero consentido botellón. Tu condena, Chan, es un escuchar todos tus discos hasta que se le fundan las pilas al osito de Duracell

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