Oficio de muerto

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Cerca de dos mil personas están a la espera de que alguien las identifique en una morgue de Phuket. Para que un muerto no moleste debe tener su DNI, que para ellos es una lápida donde diga lugar y fecha de nacimiento, fecha de defunción y alguna cosa más. En España somos artistas de lo macabro, nos va el epitafio como a otros les va el fado. En el libro de Carandell se recordaba aquella tumba que decía “aquí yace Lino. Por un peo aquí me veo”, o esa otra de una niña: “Laurita, te fuiste con apenas un año. Tan pequeña y ya dando disgustos a tus padres”.

Si uno quiere saber de dónde viene tiene que darse una vuelta por los cementerios, si quiere saber a dónde vamos tiene que preguntar a los especuladores del suelo.

El Ayuntamiento de Madrid está harto de enterrar a gente de gorra y van a revisar la declaración de la renta de los familiares del difunto. Aquí hay mucho que paga el plazo del “deuvedé” antes que el ataúd de la tita. Y no es plan que el Ayuntamiento financie el todo terreno a los deudos.

Lo suyo sería que los pobres, muy pobres, cuando intuyeran el final de sus días se fueran hacia la Almudena en autobús. A ser posible con el sayón y el crucifijo entre los dedos. Si al final de la jornada no cascan entre los supervivientes, pueden hacer una orgía (siempre se ha ligado mucho en los duelos).

El muerto debería ser más vigilante de la normativa municipal, o en todo caso abrir en el más allá un plan de ahorro, para que cuando vayamos para allá por lo menos tengamos donde caernos vivos.

A ver si ahora la muerte va a ser un impedimento para frenar el entusiasmo recaudatorio de los concejales de Hacienda.

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