La cabra

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

La gente se hacía fotos en La Castellana junto a la cabra de la Legión, si el animalito firmara autógrafos le ganaría en popularidad a Bono. En España hay una Operación Cabra y colapsan las centralitas del 906, esos números donde el personal ejerce la democracia directa que sigue siendo la mejor: si no te gusta el cantante (o la cabra) lo mandas a la puñetera calle.

Da igual que el Ejército presente sus avances tecnológicos, o que desfilen las tenientes más molonas que la patria ha tenido desde que Agustina de Aragón se quitara el moño. Es lo mismo, que diría Alejandro Sanz (ese cantautor de pijas desoladas). La gente quiere ver a la cabra que es un icono de la España antigua, de cuando las peluquerías tenían jaulas con canarios y los pies se calentaban en un brasero vivo.

La cabra puede tener más años que la tortuga de Darwin que ha cumplido sus primeros ciento setenta? porta una solución habitacional muy reducida, incluso menor de lo que la ministra Trujillo daría por bueno como minipiso.

La simpatía le viene porque es un animal bíblico que acompaña pero no molesta, no llega a categoría de carnero (elegido por Dios para tantos símbolos), ni a la de perro y mucho menos a la de gato de compañía. Nunca se ha visto a una cabra hacer una gracieta, ni contar un chiste, ni siquiera intervenir en combate con el Tercio. En la frontera de Ceuta y Melilla hay muchas cabras, pero civiles, que son las cabras de La Legión pero sin trienios, sin uniforme, sin correaje.

En el fondo si hicieran un desfile con la cabra sola iría mucha gente a aplaudir. Aunque la mala fama dicen que son muy casquivanas no parece que mantengan relaciones zoofílicas con la tropa. Millán Astray amaba a las cabras porque caminaban como Celia Gámez.

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