Rubia a la fuga

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Estimada Paulina Rubio: me consta que la fama le persigue, pero por el momento es usted más rápida. Ayer en Florida Park hizo una demostración de lo bueno si breve, pero no porque sea usted de Gracián (más bien de Manolo Blahnik y de cuántos piensan que fuera de Manhattan no hay vida inteligente). Su cobrata y fuga tenía como excusa una colección de pijamas, prenda que en su condición de mexicana brava se antoja del todo prescindible.Para las niñas bien del otro continente, a las que enseñan a amar con rancheras, todas las noches son de Luna-hiena, (versión canalla del satélite natural que nos circunda). Dicen que lo suyo más que presencia fue aparición fantasmagórica y que si cobrara por tiempo de exposición no sacaba para tanto como destaca, pero eso son habladurías malintencionadas. Ni caso, reina.
Bien es verdad que no se esperaba que diera una conferencia sobre la epistemología del pensamiento macedonio en la época del rey Filipo, pero tampoco que convirtiera la presentación en actus interrumptus. Tanto esperar, tanta excitación para luego quedarse en nada provoca dolores de cabeza y tirones musculares. En términos taurinos es una faena de aliño donde con dos capotazos se consigue, (no la puerta grande), pero al menos llegar hasta al apoderado para que reparta las ganancias. Igual la Comunidad de Madrid ensayaba con usted un método piloto de atención sanitaria; si los médicos tuvieran que atender a esa velocidad, se terminaba con la lista de espera en un periquete. Incluso tendríamos que fabricar enfermos para que la Sanidad no cayera en la pena del abandono.

Será que no estaba en su medio natural; suele pasar con determinados personajes del couché que fuera de la pecera respiran de manera espasmódica, me refiero a los que tienen complejo permanente de fugitivos que temen a los cazarecompensas. Tal vez pasó un momento de fatiguita porque intuía que los presentes no iban a saber nada de su talento pero todo de su biografía sentimental.En el fondo la equivocación fue sacarla en movimiento cuando la podían haber exhibido en cartelones gigantes como los que se ponían en los estrenos de la Gran Vía. Los mal pensados dicen que se alivió muy rápido porque el pijama picaba, que aquello no era baile sino desesperación, ansiedad acalorada. Pero si pagan, hasta pijamas de franela se pone uno. Tome nota de Pamela Anderson, la de la pechera de goma, que en Japón anuncia la dieta vegetariana, ¿a que usted tampoco se lo cree?

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